domingo, 7 de mayo de 2017

CÁNTICO PIADOSO PARA DESPUÉS DE LA COMUNIÓN (HIMNO EUCARÍSTICO)

Yo soy feliz,
yo nada anhelo,
puesto que mora en mí
el rey de tierra y cielo.

Yo soy de Dios: ¡oh dulce pensamiento
que anega el alma en celestial amor!
Un Dios potente, hasta albergarse llega
en mi pobre y estrecho corazón.
Yo soy de Dios: el cielo me contempla,
y el ángel que se acerca a mí veloz
halla mi pecho en templo convertido,
donde el Eterno fija su mansión.
Yo soy de Dios: la sangre inmaculada
que de una Virgen cándida tomó,
¡oh gran prodigio!, con mi sangre llega
hasta mezclarse en misteriosa unión.
Yo soy de Dios: se abisma el pensamiento
cuando en mi pecho fija su mansión;
con reverencia el alma le recibe,
mientras el serafín tiembla a su voz.
Yo soy de Dios: mis ojos se recrean
al contemplar absortos de esplendor
desparecer encantos terrenales;
huye ante la verdad toda ilusión.
Yo soy de Dios: el Salvador del hombre,
el Rey de reyes hasta mí bajó;
al recibirle, en lágrimas deshecho
mi espíritu se inflama en santo amor.
Yo soy de Dios: hasta el postrer momento
solo he de hallar encantos en mi Dios;
su dulce nombre ha de sellar mis labios
al dirigirle mi última oración.

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