sábado, 16 de diciembre de 2017

JESÚS (Amado Nervo)

Jesús no vino del mundo de «los cielos». 
Vino del propio fondo de las almas; 
de donde anida el yo: de las regiones 
internas del Espíritu. 

¿Por qué buscarle encima de las nubes? 
Las nubes no son el trono de los dioses. 
¿Por qué buscarle en los candentes astros? 
Llamas son como el sol que nos alumbra, 
orbes, de gases inflamados... Llamas 
no más. ¿Por qué buscarle en los planetas? 
Globos son como el nuestro, iluminados 
por una estrella en cuyo torno giran. 

Jesús vino de donde 
vienen los pensamientos más profundos 
y el más remoto instinto. 
No descendió: emergió del océano 
sin fin del subconsciente; 
volvió a él, y ahí está, sereno y puro. 
Era y es un eón. El que se adentra 
osado en el abismo 
sin playas de sí mismo, 
con la luz del amor, ese le encuentra.

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