Después de visitar a mi buen Jesús, real y verdaderamente presente en el augusto sacramento de su amor; después de haber saludado a mi celestial madre María, le falta todavía al corazón cristiano un deber que cumplir. En la trinidad de la tierra, preciosa imagen de la Trinidad divina, figura un gran santo, el justo por excelencia, el glorioso San José, que siendo como es el Patrón de la Iglesia universal, lo es también mío, lo es de mi familia, lo es de todos aquellos que me están unidos con vínculos de parentesco, de amistad, de gratitud. A ti, pues, oh glorioso Patriarca, elevo humilde y ferviente súplica en favor de la madre de mi alma, que es la Iglesia de la que tú eres el Protector universal, en favor de mis necesidades espirituales y temporales, de las de mis deudos y allegados. Haz, oh santo Protector mío, que sepa yo seguir tus huellas en la tierra, a fin de que un día contigo, con tu santísima esposa María y con mi dulcísimo Jesús, pueda disfrutar de los goces de la inmortalidad en el cielo. Amén.
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