No me importa morir. Ya no me importa,
porque espero la luz, la vida eterna
y tu abrazo triunfal.
Un horizonte inmenso se recorta
sobre la niebla externa,
que descorre la fe del ideal.
Partir hacia tu Reino cualquier día.
¿Qué importa mi vigor, mi turbulencia,
toda mi juventud ?
¿No he de escuchar allí tu melodía,
no ha de ser tu presencia
bálsamo, arrobamiento y plenitud?
Yo comprendo, Señor, que es egoísmo,
yo sé que mis deseos desbordantes
cubren tanta ambición,
pero mira qué negro es el abismo.
Colma, cubre cuanto antes
la desmedida sed del corazón.
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