Ella estaba cubierta con harapos
orando en la lujosa catedral...
El niño mal cubierto sonreía
contemplando las luces del altar.
Se escucharon sonidos deliciosos,
bañó el templo una luz angelical;
la mendiga rezaba por su hijo,
diole un beso y después... volvió a rezar.
Y ese cuadro dichoso,
desprendido del angustiado y miserable hogar,
¿con qué lo ilumina el Dios del Cielo?...
¡Con un beso de madre! ¡Y nada más!
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