Lloras a tus muertos con un desconsuelo tal que no parece sino que tú eres eterno.
Not dead but gone before, dice bellamente el prólogo inglés.
Tu impaciencia se agita como loba hambrienta, ansiosa de devorar enigmas.
¿Pues no has de morir tú un poco después y no has de saber por fuerza la clave de todos los problemas, que acaso es de una diáfana y deslumbradora sencillez?
Se fueron antes. ... ¿A qué pretender interrogarlos con insistencia nerviosa?
Déjalos siquiera que sacudan el polvo del camino; déjalos siquiera que restañen en el regazo del Padre las heridas de los pies andariegos; déjalos siquiera que apacienten sus ojos en los verdes prados de la paz...
El tren aguarda. ¿Por qué no preparar tu equipaje? Esto sería más práctica y eficaz tarea.
El ver a tus muertos es de tal manera cercano e inevitable, que no debes alterar con la menor festinación las pocas horas de tu reposo.
Ellos, con un concepto cabal del tiempo, cuyas barreras traspusieron de un solo ímpetu, también te aguardan tranquilos.
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