Altísimo Señor,
que supisteis juntar
a un tiempo en el altar
ser Cordero y Pastor;
quisiera con fervor
amar y recibir
a quien por mí quiso morir.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Cordero celestial,
Pan nacido en Belén,
si no te como bien,
entrará en mí Satán;
sois todo piedra imán
que atrae el corazón
de quien os rinde adoración.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Recibe al Redentor
en un manjar sutil;
el pobre, el siervo, el vil
esclavo y el Señor,
perciben su sabor
si con fe ardiente van;
si no, veneno en este Pan.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Sois muerte al pecador
que os llega a recibir,
dais al justo el vivir
con fino y tierno amor.
¡Oh inefable Señor,
que en un mismo manjar
sabéis la vida y muerte dar!
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Al tiempo de morir
mostrasteis vuestro amor,
quedándote, Señor,
y habiendo de partir.
¡Quién podrá referir
tal bien, fineza tal,
que en cielo y tierra no halla igual!
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Sois fuego abrasador,
Pastor, Cordero y Pan,
Esposo, Rey, Galán,
Dios, hombre y Redentor,
prodigio tal de amor,
que aun Dios no puede hallar,
qué más el hombre pueda dar.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Precioso candeal,
que el alma justa y fiel,
más dulce sois que miel
del más rico panal;
de gloria celestial
sois la prenda, mi Dios,
para reinar sin fin con Vos.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
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