Hermosísimo Señor y Redentor mío Jesucristo, divino Maestro del mundo, yo me levanto para testificar que estoy dispuesto a defender aun con la sangre de mis venas, si fuese necesario, la verdad eterna de tu doctrina. Dame gracia para guardar tu santísima ley para que mi vida pura, virtuosa y verdaderamente cristiana, sea también un constante testimonio de la santidad de tu santo Evangelio.
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