domingo, 31 de mayo de 2015

LOS SACRAMENTALES

Los sacramentales son signos sagrados, instituidos por la Iglesia, con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida.
Comprenden siempre una oración, con frecuencia acompañada de un signo determinado, como la imposición de la mano, la señal de la cruz, la aspersión con agua bendita...
Todo bautizado es llamado a ser una "bendición". Por eso los laicos pueden presidir ciertas bendiciones.
Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella.
Entre los sacramentales figuran en primer lugar las bendiciones (de personas, de la mesa, de objetos, de lugares...). Toda bendición es alabanza de Dios y oración para obtener sus dones.
Entre las que están destinadas a personas figuran la bendición del abad o abadesa de un monasterio, la consagración de vírgenes, bendiciones de lectores, acólitos*, catequistas...
Como ejemplo de las que se refieren a objetos, se puede señalar la dedicación o bendición de una iglesia o de un altar, la bendición de los santos óleos, de los vasos y ornamentos sagrados, de las campanas, etc.
Otro sacramental es el exorcismo, que consiste en pedir públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia.
Los llamados sacramentales permanentes —o sacramentales cosas —, por la consagración o bendición constitutiva, son aptos para que los fieles puedan hacer uso de ellos, especialmente ordenados a efectos espirituales, y continúan siendo perpetuamente sacramentales tras la acción que los ha constituido. En esta categoría se incluye el agua bendita, que, después de la realización del ritual por el cual ha dejado de ser agua común, permanece por sí misma como un sacramental con diversos efectos para el fiel que la usa. Lo mismo ocurre con determinados escapularios y medallas, con las velas benditas del día de la Presentación o con las palmas y ramos de olivo bendecidos el Domingo de Resurrección, entre otros.

*Las principales funciones de los acólitos son: distribuir la comunión cuando faltan los ministros por algún motivo o cuando el número de los comulgantes es demasiado elevado, exponer y reservar el Santísimo Sacramento en circunstancias especiales (pero no dar la bendición eucarística) e instruir a monaguillos y otras personas que ayudan en el servicio del altar.

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