El avecilla pide mugidora
con dulce pío, enternecida y grave,
un eco dulce, primoroso y suave
al pico de su amante seductora.
La casta mariposa ávida implora
el néctar de la flor que libar sabe,
y así también la rosa, como el ave,
clama por su perfume, embriagadora.
De aves y flores son tales antojos
en esta vida que el placer provoca;
y yo tan solo pido en ansia loca
para calmar ¡oh niña! mis enojos,
una sonrisa de tu linda boca
y una mirada de tus lindos ojos.
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