¡Oh Dios mío! Ante el trono de tu adorable Majestad me postro pidiéndote la última de todas las gracias: una feliz hora de muerte.
Muchas veces, en verdad, hice mal uso de la vida que me diste; pero, a pesar de ello, te ruego me concedas la gracia de terminarla bien y de morir en tu gracia.
Déjame morir, como los santos patriarcas, abandonando este valle de lágrimas sin queja para disfrutar del descanso eterno en mi verdadera patria.
Déjame morir, como san José, en los brazos de Jesús y María e invocando estos dulcísimos nombres que espero bendecir por toda la eternidad.
Déjame dormir, como la Virgen María, encendido de amor e inflamado por el santo deseo de unirme con el único objeto de todo mi amor.
Déjame morir, como Jesús en la cruz, con los sentimientos más vivos de aborrecimiento del pecado, el amor más filial y la plena resignación en medio de todos mis dolores.
Padre eterno, en tus manos encomiendo mi espíritu; muestra en mí tu misericordia.
Oh Jesús, que has muerto por mi amor, dame la gracia de morir en tu amor.
Oh María, Madre de mi Jesús, ruega por mí ahora y en la hora de mi muerte.
Santo ángel de mi guarda, fiel custodio de mi alma, no me abandones en la hora de mi muerte.
San José, por tu poderosa intercesión alcánzame la gracia de morir la muerte de los justos. Amén.
Déjame morir, como Jesús en la cruz, con los sentimientos más vivos de aborrecimiento del pecado, el amor más filial y la plena resignación en medio de todos mis dolores.
Padre eterno, en tus manos encomiendo mi espíritu; muestra en mí tu misericordia.
Oh Jesús, que has muerto por mi amor, dame la gracia de morir en tu amor.
Oh María, Madre de mi Jesús, ruega por mí ahora y en la hora de mi muerte.
Santo ángel de mi guarda, fiel custodio de mi alma, no me abandones en la hora de mi muerte.
San José, por tu poderosa intercesión alcánzame la gracia de morir la muerte de los justos. Amén.
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