¡Oh amabilísimo san José, ahora conozco bien la causa de mis recaídas! Si en vez de mi necia presunción hubiera seguido humilde la lección que me das, de huir de los peligros, no habría recaído con tanta frecuencia. A partir de hoy propongo vigilar sobre mí mismo, atendiendo a mi salud eterna con santo temor. ¡Asísteme tú, oh santo Protector mío! Y cuando veas ¡oh custodio fiel de Jesús y Esposo de la Inmaculada María! que la duda, la perplejidad o la turbación asaltan mi corazón en cualquier necesidad del alma, y especialmente en la elección del estado en que el Señor me quiere, o de los medios más a propósito para santificarme en el ya escogido, concédeme tú la luz necesaria para hacer la voluntad de Dios en todo, repitiendo siempre, como tú acostumbrabas hacerlo ¡viva yo y viva para ver cumplida la voluntad de Dios en todas las cosas! (Rev. de Santa Brígida, lib. IV, 29). Por esto te escojo hoy, en presencia de Jesús y de María, por mi Ángel del consejo, a fin de que me dirijas en todos mis pasos. Tu corazón se vio con frecuencia afligido con las angustias de la ansiedad; por ellas te suplico que aceptes el nombramiento.
JACULATORIA
Por ti espero hacer ¡oh José!
siempre de Dios la voluntad;
en la duda y ansiedad,
dirige mi corazón.
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