miércoles, 14 de marzo de 2018

LAS PERLAS

María era una linda niña de cinco años de ojos relucientes. Un día, mientras visitaba una tienda con su mamá, vio un collar de perlas que costaba 3 euros. Deseaba tenerlo y le preguntó a su madre si se lo compraría. Esta le contestó:
- Hagamos un trato. Yo te compraré el collar y cuando lleguemos a casa haremos una lista de tareas que podrás realizar para pagarlo.
María estuvo de acuerdo y su madre compró el collar de perlas. La niña trabajó con tesón todos los días para cumplir con sus tareas.
En poco tiempo María canceló su deuda. Amaba sus perlas y las llevaba puestas a todas partes. El único momento que no las usaba era cuando se bañaba. Su madre le había dicho que las perlas con el agua le pintarían el cuello de verde.
María tenía un padre que la quería muchísimo. Cuando la niña se iba a la cama, él se levantaba de su sillón para leerle su cuento preferido.
Una noche, cuando terminó el cuento, le dijo: 
- María, ¿tú me quieres?
- ¡Claro que sí, papá, tú sabes que te quiero!
- Entonces regálame tus perlas.
- ¡Oh, papá! ¡Mis perlas no! Pero te doy a Rosita, mi muñeca favorita. ¿La recuerdas? Tú me la regalaste el año pasado para mi cumpleaños. Y te doy su ajuar también. ¿Está bien, papá?
- Oh, no hijita, no importa.
Una semana después, nuevamente su papá le preguntó al terminar el cuento:
- María, ¿tú me quieres?
- ¡Claro que sí, papá, tú sabes que te quiero!
- Regálame tus perlas.
- ¡Oh, papá! ¡Mis perlas no! Pero te doy a Lazos, mi caballo de juguete. ¿Lo recuerdas? Es mi favorito. Su pelo es tan suave, y tú puedes jugar con él y hacerle trencitas. Tú puedes tenerlo si quieres, papá.
- Oh, no hijita -le dijo su padre dándole un beso en la mejilla-. Dios te bendiga, felices sueños.
Algunos días después, cuando el padre entró en su dormitorio para leerle un cuento, María estaba sentada en su cama y le temblaban los labios.
- Toma, papá -dijo, y estiró su mano. La abrió y en su interior estaba su querido collar, que entregó a su padre.
Con una mano él tomó las perlas de plástico y con la otra sacó de su bolsillo una cajita de terciopelo azul. Dentro de la cajita había unas hermosas perlas genuinas. Él las había tenido todo este tiempo, esperando que María renunciara a la baratija para poder darle la pieza de valor.
Y así es también con nuestro Padre Celestial. Él está esperando que renunciemos a las cosas sin valor en nuestras vidas para darnos preciosos tesoros.
Esto nos debe hacer pensar en las cosas a las que nos aferramos y preguntarnos qué es lo que Dios nos quiere dar en su lugar. 

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