Tú ¡glorioso José! atentamente estudiaste a Jesús cuando vivías con Él; de tal modo, que estas meditaciones te levantaban hartas veces a los más inaccesibles grados de la vida espiritual, sorprendiendo sin duda misterios para nosotros del todo incomprensibles; y atizado por tan viva llama el amoroso fuego de tu corazón se enardecería más y más; ¡ah, cómo quisieras muchas veces abrir aquel tesoro y apoderarte, para custodiarlas bien, de las inmensas riquezas que encerraba! Y esto precisamente es el encargo especial de los serafines, querubines y tronos, que constituyen, de las tres, la primera jerarquía: custodiar fielmente los divinos tesoros; amar con vehemencia al Señor y recibir sin intermedio sus luces, para comunicarlas luego a los inferiores. ¡Oh, cómo se va levantando, José, el velo que nos ocultaba tu gloria!
JACULATORIA. Ilumínanos para que conociendo a Dios amemos y guardemos bien los tesoros de su gracia. Amén.
JACULATORIA. Ilumínanos para que conociendo a Dios amemos y guardemos bien los tesoros de su gracia. Amén.
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