Dios y Salvador mío, me creaste para la bienaventuranza; hasta hoy no he dejado de buscarla, y, sin embargo, ni la poseí ni la encontré.
Mis apetitos gritaban repetidas veces: hela aquí, hela allí. Creí insensato, y ciego con mis desordenados deseos, discurrí por esta parte y por la otra, y en vez de la felicidad soñada, hallé miseria y saboreé la amargura.
¡Miserable de mí, Dios mío, creado para ser en Ti bienaventurado! Trabajé buscando fuera de Ti mi felicidad en las criaturas, y he aquí que me aparté de la felicidad para la que había sido creado, me acarreé la desdicha para la que no había nacido, y perecí en ella.
¡Dios y Salvador mío! Abre mis ojos para que claramente vea tantos errores míos, y haz que, libre de ellos, busque eficacísimamente en Ti la felicidad que me es imposible hallar en las criaturas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario