Dios mío, en todas las cosas busqué la paz, y no hallé otra cosa que turbación tras turbación.
Quisiste, Señor, por Ti mismo, y al mismo tiempo por nosotros, que nuestro corazón solo en Ti encontrara la paz. Nos hiciste, Señor, para Ti; para Ti formaste nuestro corazón, e inquieto y desventurado será hasta que descanse en Ti.
¡Oh Dulcísimo Corazón de Jesús! ¡Delicia de la Santísima Trinidad! ¡Alegría de los Ángeles y de todos los Santos! ¡Paraíso felicísimo de las almas! ¿Qué busco fuera de Ti, cuando en Ti se halla todo cuanto puedo y debo desear?
En Ti tiene el cielo su regocijo y la tierra su felicidad; y siendo Tú la bienaventuranza de todos, ¿no serás también la mía? Sí, dulcísimo Corazón de Jesús, Tú mi descanso, Tú mi felicidad por perpetuas eternidades.
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