Del libro "Imitación de Cristo" de Tomás de Kempis.
Señor, sea tu nombre para siempre bendito, que quisiste que viniese sobre mí esta tentación y tribulación; yo no puedo huirla, mas tengo necesidad de recurrir a Ti para que me favorezcas y me la conviertas en bien. Señor, ahora estoy atribulado y no le va bien a mi corazón; mas estoy muy atormentado de la presente tentación. Oh, Padre muy amado, ¿qué diré? Preso estoy de grandes angustias: sálvame en esta hora. Mas yo soy venido en este trance para que seas Tú glorificado cuando yo fuere muy humillado y librado por Ti.
Procura, Señor, de librarme, que yo, pobre, ¿qué puedo hacer? ¿Adónde iré sin Ti? Dame paciencia, Señor, también esta vez, y ayúdame, Dios mío, y no temeré por más atribulado que esté, Y ahora, entre estas angustias, ¿qué diré ahora, Señor? Que sea hecha tu voluntad. Yo bien he merecido ser atribulado y angustiado; me conviene sufrirlo, y ojalá con paciencia, hasta que pase la tempestad y haya bonanza. Poderosa es tu mano, potentísima para quitar de mí esta tentación y amansar su furor porque del todo no caiga; así como otras muchas veces lo has hecho conmigo, Dios mío, misericordia mía, y cuanto para mí es más dificultoso, tanto es a Ti más fácil esta mudanza de la diestra del muy Alto que es.
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