jueves, 7 de febrero de 2019

ENSEÑAR CON LA VIDA

Cuentan que, en cierta ocasión, san Francisco de Asís invitó a un fraile joven a que le acompañara a la ciudad para predicar.
Se pusieron en camino y estuvieron un buen rato recorriendo las calles de la ciudad, saludando con cariño a las personas que encontraban. De vez en cuando se detenían para acariciar a un niño, consolar a un anciano, ayudar a una señora que volvía del mercado cargada de bolsas...
Al cabo de un par de horas, Francisco le dijo al compañero que ya era hora de regresar al convento.
- ¿Pero no vinimos a predicar? -preguntó el fraile con extrañeza.
Francisco le respondió con una sonrisa muy dulce:
- Lo hemos estado haciendo desde que salimos. ¿Acaso no viste cómo la gente observaba nuestra alegría y se sentía consolada con nuestros saludos y sonrisas?

Solo es posible enseñar valores si uno lucha y se esfuerza por construirlos en su propia vida. Con frecuencia hablamos de valores, proponemos valores, mostramos valores, reflexionamos valores, pero no los enseñamos porque no los vivimos, porque no nos comprometemos a encarnarlos en nuestro actuar cotidiano.

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