domingo, 31 de marzo de 2019

VE, MADRE DE MI DIOS

Ve, Madre de mi Dios, única esperanza mía; María, ve a tus pies un miserable pecador que te pide piedad, Tú eres predicada y llamada de toda la Iglesia y de todos los fieles el refugio de los pecadores.Tú, pues, eres mi refugio; Tú me has de salvar. Ya sabes cuánto ama tu Hijo nuestra salud. Ya sabes también lo que padeció Jesús para salvarme. Yo te presento, Madre mía, los trabajos de Jesús: el frío que padeció en el establo, los pasos que dio en el viaje de Egipto, sus fatigas y sudores, la sangre que derramó y el dolor que le quitó la vida delante de tus ojos en la cruz. Haz conocer que  amas a este Hijo, pues por su amor te pido que me ayudes. Da la mano a un caído que os pide piedad. 
Si yo fuera santo no buscaría misericordia; porque soy pecador acudo a Ti, que eres Madre de las misericordias. Sé que tu corazón piadoso halla consuelo en socorrer a los miserables, cuando por no hallarlos obstinados les puedes ayudar. Consuela pues hoy a tu corazón piadoso, y consuélame a mí, ya que tienes ocasión para salvarme, pues soy un pobre digno del infierno; y puedes ayudarme, porque no quiero ser obstinado.
Me pongo en tus manos, dime qué he de hacer, y dame fuerzas para ejecutarlo, pues yo propongo hacer cuanto pueda para volver a la divina gracia. Yo me refugio debajo de tu manto. Jesús quiere que yo acuda a Ti, para que por tu gloria y la suya, pues eres su Madre, no solo su sangre sino también tus ruegos me ayuden para salvarme. Él te envía para que me socorras. ¡Oh María! Heme aquí, a Ti acudo y en Ti confío. Tú ruegas por otros muchos; ruega y di también una palabra por mí. Dile a Dios que quieres que me salve, que Dios ciertamente me salvará. Dile que soy tuyo, y que no busco más que a Ti.

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