Señor, no quiero tener el mismo destino que tienen las ramas que se desprenden de un árbol: terminan secas y sin frutos.
Ayúdame a sentir la fuerza de tu amor, a estar abierto a tu Palabra, pues Tú eres un Dios de vivos y no de muertos.
En este mundo todos estamos de paso, así que mi esperanza la centro en tus promesas de vida. No quiero nada que me haga desviar de esta meta. Confío en tu compañía. Amén.
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