ni mucho menos de llegarle a amar.
Soy un pobre carpintero,
sin tesoros ni dinero;
mi cetro, un burdo madero,
y mi trono, un butacón.
¿Qué riquezas he de darles?
¿Bajo qué techo guardarles
cuando el frío invierno, al llegar,
venga dispuesto a quedarse?
Solo soy un trabajador
con manos de leñador,
que convierte en herramientas.
Pero, ¿cómo he de decir?
¿Con el mismo Dios vivir?
¿Quién soy yo para abrazarle
o decir que soy su padre?
¿Quién soy yo?
No me ha llamado el Señor
por tener fama o dinero.
Me ha escogido, aunque soy
solo un simple carpintero.
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