sábado, 17 de febrero de 2018

LA ADOPCIÓN

Cierta casa de una viuda muy rica se incendió. La señora murió en el fuego. Mientras los bomberos trataban de controlar las llamas se dieron cuenta de que el hijito de la señora, de cinco años de edad, estaba dentro de la casa. No había forma de llegar a él. Las escaleras ya se habían caído. El edificio no tenía ascensor y no sabían cómo llegar al niño.
Solo un hombre que pasaba por el lugar vio la escena. Observó un tubo al lado de las llamas que llegaba a la ventana donde se había asomado el niño. Nadie podía tocar el tubo por lo mucho que se había calentado. Pero aquel hombre se deslizó valientemente por el tubo, quemándose las manos, hasta donde estaba el niño, salvándole la vida.
Un año más tarde se ventilaba en la corte quién podía ser la persona idónea para adoptar al niño, siendo administrador de toda la riqueza.
Muchos de los que la solicitaron demostraron lo que creían que era necesario para optar a la adopción: trayectoria, negocios, solidez, riquezas, etc. Pero a ninguno el niño aprobó, y esta era una condición sumamente necesaria.
El juez volvió a llamar a quienes habían asistido para ver si había aprobación. En esto entró a la sala un hombre desconocido, caminó lentamente hacia adelante con las manos dentro de los bolsillos. El juez le preguntó por sus credenciales, a lo que respondió:
- Señoría, no tengo riquezas ni negocios que me hagan competir contra todos los que aspiran a adoptar al niño.
- Pues que hace usted aquí -le dijo el juez-. Alguna razón debe mostrar por la que quiera ser adoptador del niño.
El señor dijo:
- Solo tengo estas muestras de amor abnegado.
Al decir esto mostró sus manos que estaban blancas, quemadas y deshechas.
Al verlo, el niño reconoció al hombre que le había salvado la vida, y con lágrimas en los ojos lo abrazó y el señor fue quien lo adoptó.

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Cristo Jesús pagó por nosotros un precio incalculable. Entregó su vida para salvar la nuestra, y también nos lleva esculpidos en las palmas de sus manos.
Él quiere adoptarnos como sus hijos, no porque quiera tomar nuestra riqueza, sino para cambiar nuestra desdicha y enfermedad por su alegría, riqueza y vida eterna.
¿Aceptamos su adopción?

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