Todos los pecados tienen perdón de Dios menos uno: el pecado contra el Espíritu Santo. "Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada" (San Mateo 12, 31).
La blasfemia no es solamente con palabras, sino también y sobre todo con hechos. Blasfema quien no se siente pecador o se cree sin pecado, cerrarse a la llamada de Dios a la conversión, endurecer el corazón a tal punto que a la persona no le interesa Dios.
Es pecado considerar que Dios no puede perdonar, o negar el perdón de Dios en la confesión. Es decir, es el pecado por el que el hombre se niega, libre y conscientemente, al perdón y la misericordia de Dios.
Ante esta circunstancia, ¿qué puede hacer Dios? Nada, tan solo dejar que la persona muera en su pecado. Allí Dios no puede actuar, no tiene nada que perdonar, no perdona nada.
La Sagrada Escritura nos da más luz: "El que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia" (Proverbios 28, 13).
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