¡Oh Dios! Envíanos locos,
de los que se comprometen a fondo,
de los que se olvidan de sí mismos,
de los que aman con algo más
que con palabras,
de los que entregan su vida
de verdad y hasta el fin.
Danos locos, chiflados, apasionados,
hombres capaces de dar
el salto en la inseguridad,
hacia la creciente incertidumbre
de la pobreza;
que acepten diluirse
en la muchedumbre anónima
sin pretensiones de colgarse una medalla,
no utilizando sus cualidades
más que en provecho de sus gentes.
Danos locos, Señor, locos del presente,
enamorados de una forma de vida sencilla,
liberadores eficientes
de los que no cuentan para nadie,
amantes de la paz, puros en su corazón,
resueltos a nunca traicionar,
capaces de aceptar cualquier reto,
de acudir donde sea,
libres y obedientes, espontáneos y tenaces,
tiernos y fuertes.
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