domingo, 30 de diciembre de 2018
ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA (1)
Oh María de la Medalla Milagrosa, sé mi escudo y protección contra todo mal, que mi alma a través de tu medalla permanezca unida a Ti, Madre Milagrosa. Que tu santa medalla me libre de todo mal y peligro y me proteja de toda enfermedad.
Que al invocar tu santa oración, oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti, estemos mi familia, mis seres queridos y yo protegidos de la muerte imprevista.
Oh María de la Medalla Milagrosa, protege mi hogar de todo desastre natural, mi vida espiritual y todo mi ser. Ampárame con tu medalla.
Dichoso aquel que lleve tu medalla porque prometiste una gran bendición. Amén.
viernes, 28 de diciembre de 2018
ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA, MADRE DE DIOS (2)
¡Oh Señora, te diré con san Buenaventura, que con el amor y favores que muestras a tus siervos les robas los corazones! Roba también mi corazón miserable que desea amarte mucho. Tú, Madre mía, con tu hermosura has enamorado a un Dios, y lo has atraído desde el cielo a tu seno: ¿y yo viviré sin amarte? No, te digo como san Juan Berchmans que jamás quiero descansar hasta estar seguro de haber alcanzado el amor; pero un amor tierno y constante hacia Ti, Madre mía, que con tanta ternura me has amado, aun cuando yo te era ingratísimo. ¿Y qué sería ahora de mí si Tú, Madre mía, no me hubieses amado y alcanzado tantas misericordias? Si Tú, pues, me has amado tanto cuando yo no te amaba, ¿cuánto más debo esperar de tu bondad ahora que te amo? Yo te amo, Madre mía, y quisiera un corazón que te amase por todos aquellos infelices que no te aman. Quisiera una lengua que valiera por mil lenguas para alabarte, con el fin de hacer conocer a todos tu grandeza, tu santidad, tu misericordia y el amor con que amas a los que te aman.
Si tuviera riquezas, quisiera emplearlas todas en tu honor. Si tuviera súbditos, quisiera hacer a todos que te amasen. Quisiera, en fin, dar también mi vida si fuese necesario por Ti y por tu gloria.
Te amo, pues, Madre mía, pero al mismo tiempo temo que no te ame, porque oigo decir que el amor hace semejantes a la persona que ama a la que es amada. Pues si me veo tan desemejante a Ti, es señal de que no te amo. ¿Tú tan pura, y yo tan asqueroso? ¿Tú tan humilde, y yo tan soberbio? ¿Tú tan santa y yo tan malo? Pero esto es lo que Tú has de hacer, oh María: ya que me amas, hazme semejante a Ti. Tú tienes todo el poder para mudar los corazones; toma, pues, el mío y cámbialo. Haz ver al mundo lo que puedes hacer a favor de los que amas. Hazme santo, hazme digno hijo tuyo. Así lo espero. Así sea.
LA GRAN PROMESA DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
"A todos los que, durante cinco meses en el primer sábado, se confiesen, reciban la sagrada comunión, recen el Rosario, me hagan quince minutos de compañía, meditando en los quince misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, les prometo asistir en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para su salvación".
10-12-1925
jueves, 27 de diciembre de 2018
DEPRECACIÓN DE BLOSIO A LA BEATA VIRGEN (1)
Salve, benignísima Madre de misericordia. suspirada María, que nos traes el consuelo del perdón, yo te saludo. Tú eres la luz en las dudas, el solaz en las aflicciones, el aliento en las angustias, el refugio en las tentaciones y peligros, y la salud infalible acerca tu unigénito Hijo. ¡Dichosos los que te aman, Señora! Inclina, te suplico, tus piadosos oídos a las súplicas de este siervo tuyo, de este miserable pecador, y disipa con los rayos de tu santidad el torbellino de mis vicios, para que pueda ser grato a tus ojos.
miércoles, 26 de diciembre de 2018
PROTESTA DE LA FE
En el nombre de Dios Todopoderoso y de la siempre Virgen María digo: que aunque he sido ingrato a los beneficios de Dios, soy cristiano por su divina gracia, de lo que me precio y glorío; por lo cual creo y confieso todo aquello que Dios ha revelado, y cree y confiesa y propone nuestra Santa Madre la Iglesia católica, romana, de cuyo cuerpo somos miembros los fieles cristianos, y como tales tenemos parte los unos de los bienes de los otros; y para más claridad, gusto mío y pesar del demonio, digo y expreso que creo en el misterio de la Santísima Trinidad, Padre, hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero; asimismo creo, y agradezco por el bien que logro, el misterio amoroso de la Encarnación del Divino Verbo, que se hizo hombre en las purísimas entrañas de María Santísima; creo en el augusto misterio del Santísimo Sacramento del Altar, en donde está Cristo, Dios y Hombre verdadero, todo entero, no solo en señal o figura, sino en su misma real sustancia; creo que Dios es remunerador, esto es, que premia a los buenos y castiga a los malos; creo que hay gloria, la cual espero gozar por toda la eternidad, fiado en la infinita misericordia de Dios, por la pasión y muerte de Cruz de Jesucristo, nuestro Redentor, que fue sepultado, bajó a los infiernos, resucitó, subió a los cielos, está sentado a la diestra de su Eterno Padre, y es Juez de vivos y muertos; creo que hay infierno, cuya duración no tiene fin, al cual van los que mueren en pecado mortal, y que así estos como los que mueren en gracia han de resucitar para nunca más morir. Finalmente, la profesión que hice, o en mi nombre fue hecha el día de mi bautismo, en donde renuncié a Satanás, a todas sus obras y pompas, reitero ahora y muchas veces, y en la fe y creencia de todos los demás artículos y misterios de la fe que enseña nuestra madre la Iglesia católica, que predicaron los Apóstoles, y en los Concilios confirmaron los Padres, he vivido, vivo, viviré y quiero morir; y si en algún tiempo, por sugestión del demonio, astucia suya, flaqueza mía, o por violencia de una calentura, dijere, presumiere o imaginare algo contrario a lo protestado, desde luego lo anulo, lo detesto y lo doy por inválido; y siendo, como es, esta mi última voluntad e intención irrevocable, la confirmo en presencia de Dios, a quien pongo por testigo, y a la siempre Virgen María, a todos los ángeles, santos y bienaventurados, y me pesa en el alma con todo mi corazón de haber ofendido a Dios, a quien porque le amo sobre todo amor, propongo no ofenderle más, y confío en su infinita bondad que me perdonará y me dará gracia para nunca más pecar. Amén.
SÍMBOLO DE SAN ATANASIO
Quienquiera desee salvarse debe, ante todo, guardar la Fe Católica: quien no la observare íntegra e inviolada, sin duda perecerá eternamente. Esta es la Fe Católica: que veneramos a un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en unidad. Ni confundimos las personas, ni separamos las substancias. Porque otra es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo: Pero la divinidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo es una, es igual su gloria, es coeterna su majestad. Como el Padre, tal el Hijo, tal el Espíritu Santo. Increado el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo. Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo. Eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres eternos, sino uno eterno. Como no son tres increados ni tres inmensos, sino uno increado y uno inmenso. Igualmente omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres omnipotentes, sino uno omnipotente. Como es Dios el Padre, es Dios el Hijo, es Dios el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres dioses, sino un Dios. Como es Señor el Padre, es Señor el Hijo, es Señor el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres señores sino un Señor. Porque, así como la verdad cristiana nos compele a confesar que cualquiera de las personas es, singularmente, Dios y Señor, así la religión católica nos prohíbe decir que son tres Dioses o Señores. Al Padre nadie lo hizo: ni lo creó, ni lo engendró. El Hijo es sólo del Padre: no hecho, ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo es del Padre y del Hijo: no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente de ellos. Por tanto, un Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos, un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos. Y en esta Trinidad nada es primero o posterior, nada mayor o menor: sino todas las tres personas son coeternas y coiguales las unas para con las otras. Así, para que la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad sea venerada por todo, como se dijo antes. Quien quiere salvarse, por tanto, así debe sentir de la Trinidad. Pero, para la salud eterna, es necesario creer fielmente también en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo. Es pues fe recta que creamos y confesemos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y hombre. Es Dios de la substancia del Padre, engendrado antes de los siglos, y es hombre de la substancia de la madre, nacido en el tiempo. Dios perfecto, hombre perfecto: con alma racional y carne humana. Igual al Padre, según la divinidad; menor que el Padre, según la humanidad. Aunque Dios y hombre, Cristo no es dos, sino uno. Uno, no por conversión de la divinidad en carne, sino porque la humanidad fue asumida por Dios. Completamente uno, no por mezcla de las substancias, sino por unidad de la persona. Porque, como el alma racional y la carne son un hombre, así Dios y hombre son un Cristo. Que padeció por nuestra salud: descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos. Ascendió a los cielos, está sentado a la derecha de Dios Padre omnipotente; de allí vendrá a juzgar a vivos y muertos. A su venida, todos los hombres tendrán que resucitar con sus propios cuerpos, y tendrán que dar cuenta de sus propios actos. Los que actuaron bien irán a la vida eterna; los que mal, al fuego eterno. Esta es la fe católica, quien no la crea fiel y firmemente, no podrá salvarse. Amén.
lunes, 24 de diciembre de 2018
ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA POR LA CONVERSIÓN DE LOS PECADORES
¡Oh Corazón verdaderamente maternal! Apiadaos de tantas almas que, cogidas en el lazo vil de la tentación, siguen la errada senda que las lleva a su eterno daño; enviadles un rayo de luz que, iluminando su entendimiento, les haga ver muy claro el fin funesto de sus pasos, e inflamando su voluntad detesten de corazón sus pecados, reparen los escándalos, hagan sólida su conversión y se salven, pues han sido redimidas con el costoso precio de la sangre vertida por vuestro divino Hijo Jesús; sea así, Madre mía, para dicha de la tierra, alegría del cielo y gloria vuestra. Amén.
Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.
DEPRECACIÓN DE BLOSIO A LA BEATA VIRGEN
Salve, esperanza de los desesperados, ayuda de los miserables, a quien dio el Hijo tanta honra, que al momento de pedirlo se os concede, y al momento de quererlo queda hecho. A Vos se han confiado los tesoros del reino de los cielos. Alcanzadme, oh gran Señora, que siempre pueda confiar en vuestro socorro durante las borrascas de esta vida. A vuestra piedad encomiendo mi alma y mi cuerpo. Dirigidme y protegedme en todas las horas y momentos, oh dulce refugio mío.
ORACIÓN ANTE LA NOCHEBUENA
Señor Dios, Padre nuestro que estás en el cielo, Tú nos has enviado al Salvador, quien ha nacido para traer gran alegría a todos los pueblos. Pedimos que tu nombre sea glorificado. Dale al mundo la paz que solo Tú puedes dar, paz que brote de nuestros corazones. Permite que tu favor se apoye sobre nosotros, para poder aguantar nuestros sufrimientos en la tierra. Necesitamos tu amorosa ayuda para permanecer firmes interiormente hasta que todo el mundo pueda ser alcanzado por el mensaje: "Ten fuerza en la gracia de Cristo Jesús". Amén.
ORACIONES DE LOS DOLORES Y ALEGRÍAS DEL GLORIOSO PATRIARCA SAN JOSÉ
I. ¡Oh Esposo purísimo de María, glorioso san José!, así como fue grande la angustia de tu corazón en la perplejidad sobre abandonar a tu inmaculada Esposa, así fue grande también tu alegría al saber por el Ángel el misterio inefable de la Encarnación.
Por este dolor y por esta alegría te suplicamos que consueles a nuestra alma, ahora con una santa vida y en la hora extrema con morir santamente en medio de Jesús y de María.
Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.
II. ¡Oh felicísimo Patriarca, escogido por Dios para servir de padre al Verbo de Dios hecho Hombre! Grande fue el dolor que sentiste al ver nacer en tan extrema pobreza al niño Jesús, y grande también tu alegría al verte en medio de un ejército de ángeles, que con su presencia y celestiales cánticos convirtieron en paraíso la miseria del lugar y la crudeza y tinieblas de aquella noche en que empezó la redención del mundo.
Te suplicamos por este dolor y por este gozo que después de esta vida pasemos a oír las alabanzas que dan a Dios los ángeles y gozar de los resplandores de la gloria celestial.
Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.
III. ¡Oh ejecutor obedientísimo de la ley de Dios, glorioso san José! La sangre preciosísima que en la circuncisión derramó Jesús te traspasó el corazón, pero remedió este dolor el consuelo que sentiste al llamar al Niño con el nombre dulcísimo de Jesús.
Por este dolor y por este gozo te suplicamos nos alcances la gracia de que corregidos en vida de nuestros vicios, amemos a Jesús, para que grabando en nuestro corazón tan dulce nombre, tengamos la dicha de morir pronunciándolo.
Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.
IV. ¡Oh fidelísimo santo, glorioso san José, a quien Dios concedió tener parte en los misterios de la Redención! Si el anuncio que oíste de los labios de Simeón sobre lo que habrían de padecer Jesús y María te afligió en gran manera, te consoló mucho más el saber que serían infinitas las almas que se habrían de salvar en virtud de sus padecimientos.
Alcánzanos por este dolor y por este gozo que seamos del número de los que, por los méritos de Jesús e intercesión de María, hayan de resucitar gloriosos a la vida eterna.
Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.
V. ¡Oh custodio vigilantísimo e íntimo del Hijo de Dios encarnado, glorioso san José! Mucho afán, mucha pena te ocasionó el cuidado de haber de sustentar al Hijo del Altísimo, principalmente en la huida a Egipto; pero también te consoló grandemente el tener al mismo Dios en vuestros brazos, y ver caer en su presencia los ídolos de Egipto.
Te suplicamos por este dolor y por este gozo que alejando de nosotros al tirano infernal, sobre todo huyendo de las ocasiones peligrosas, caigan de nuestro corazón los ídolos de los afectos terrenos, para que no perteneciendo sino a Jesús y María vivamos con ellos, para morir santamente en ellos.
Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.
VI. ¡Oh ángel de la tierra, glorioso san José, que admiraste al Rey del cielo obediente y sujeto a una señal tuya! Si el consuelo que tuviste al recibir del Ángel la orden de sacar a Jesús de Egipto lo enturbió la noticia de que reinaba Arquelao en lugar de Herodes. asegurado no obstante por el Ángel, arribaste gozoso con Jesús y María a Nazaret.
Por este dolor y por este gozo te rogamos nos alcances que libre nuestro corazón de temores nocivos; con tranquilidad de espíritu vivamos con Jesús y María, y con ambos también muramos.
Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.
VII. ¡Oh modelo de toda santidad, glorioso san José! Si perdiste, y no por culpa tuya, al divino niño Jesús, añadiéndose a tal dolor la angustia de no encontrarlo en tres días, tuviste al fin el consuelo inefable de hallarlo en el templo honrado y admirado por los doctores.
Por este dolor y por este gozo te suplicamos con todas las veras de nuestro corazón que intercedas para que jamás perdamos a Jesús por culpa grave; y que si tuviésemos tal desgracia, le busquemos sin descanso hasta encontrarle, y especialmente en el artículo de la muerte, para pasar a gozar de Él en el cielo, donde contigo podamos cantar eternamente las misericordias del Señor.
Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.
Antífona. Ipse Jesus erat incipiens quasi annorum triginta, ut putabatur Filius Joseph.
V. Ora pro nobis, S. Joseph.
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.
OREMUS
Deus, qui ineffabili providentia beatum Joseph sanctissimae Genitricis tuae Sponsum eligere dignatus es; praesta, quaesumus, ut quem protectorem veneramur in terris, intercessorem habere mereamur in coelis. Qui vivis et regnas in saecula saeculorum. Amen.
III. ¡Oh ejecutor obedientísimo de la ley de Dios, glorioso san José! La sangre preciosísima que en la circuncisión derramó Jesús te traspasó el corazón, pero remedió este dolor el consuelo que sentiste al llamar al Niño con el nombre dulcísimo de Jesús.
Por este dolor y por este gozo te suplicamos nos alcances la gracia de que corregidos en vida de nuestros vicios, amemos a Jesús, para que grabando en nuestro corazón tan dulce nombre, tengamos la dicha de morir pronunciándolo.
Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.
IV. ¡Oh fidelísimo santo, glorioso san José, a quien Dios concedió tener parte en los misterios de la Redención! Si el anuncio que oíste de los labios de Simeón sobre lo que habrían de padecer Jesús y María te afligió en gran manera, te consoló mucho más el saber que serían infinitas las almas que se habrían de salvar en virtud de sus padecimientos.
Alcánzanos por este dolor y por este gozo que seamos del número de los que, por los méritos de Jesús e intercesión de María, hayan de resucitar gloriosos a la vida eterna.
Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.
V. ¡Oh custodio vigilantísimo e íntimo del Hijo de Dios encarnado, glorioso san José! Mucho afán, mucha pena te ocasionó el cuidado de haber de sustentar al Hijo del Altísimo, principalmente en la huida a Egipto; pero también te consoló grandemente el tener al mismo Dios en vuestros brazos, y ver caer en su presencia los ídolos de Egipto.
Te suplicamos por este dolor y por este gozo que alejando de nosotros al tirano infernal, sobre todo huyendo de las ocasiones peligrosas, caigan de nuestro corazón los ídolos de los afectos terrenos, para que no perteneciendo sino a Jesús y María vivamos con ellos, para morir santamente en ellos.
Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.
VI. ¡Oh ángel de la tierra, glorioso san José, que admiraste al Rey del cielo obediente y sujeto a una señal tuya! Si el consuelo que tuviste al recibir del Ángel la orden de sacar a Jesús de Egipto lo enturbió la noticia de que reinaba Arquelao en lugar de Herodes. asegurado no obstante por el Ángel, arribaste gozoso con Jesús y María a Nazaret.
Por este dolor y por este gozo te rogamos nos alcances que libre nuestro corazón de temores nocivos; con tranquilidad de espíritu vivamos con Jesús y María, y con ambos también muramos.
Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.
VII. ¡Oh modelo de toda santidad, glorioso san José! Si perdiste, y no por culpa tuya, al divino niño Jesús, añadiéndose a tal dolor la angustia de no encontrarlo en tres días, tuviste al fin el consuelo inefable de hallarlo en el templo honrado y admirado por los doctores.
Por este dolor y por este gozo te suplicamos con todas las veras de nuestro corazón que intercedas para que jamás perdamos a Jesús por culpa grave; y que si tuviésemos tal desgracia, le busquemos sin descanso hasta encontrarle, y especialmente en el artículo de la muerte, para pasar a gozar de Él en el cielo, donde contigo podamos cantar eternamente las misericordias del Señor.
Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.
Antífona. Ipse Jesus erat incipiens quasi annorum triginta, ut putabatur Filius Joseph.
V. Ora pro nobis, S. Joseph.
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.
OREMUS
Deus, qui ineffabili providentia beatum Joseph sanctissimae Genitricis tuae Sponsum eligere dignatus es; praesta, quaesumus, ut quem protectorem veneramur in terris, intercessorem habere mereamur in coelis. Qui vivis et regnas in saecula saeculorum. Amen.
MARÍA MADRE MÍA
María Madre mía,
Madre del Señor,
escucha mi agonía por favor.
To te ofrezco en este día
alma y corazón.
Virgencita y Madre mía,
entrégalos a Dios.
Y aunque nosotros no lo amamos
como lo amas Tú
y con el pecado lo clavamos,
Luz de mi vida María,
llévame a Jesús.
De la Eucaristía
sagrario eres Tú,
el camino más perfecto a Jesús.
Forma con nosotros un lazo de amor.
Oh María, desde ahora tuyo soy.
Madre del Señor,
escucha mi agonía por favor.
To te ofrezco en este día
alma y corazón.
Virgencita y Madre mía,
entrégalos a Dios.
Y aunque nosotros no lo amamos
como lo amas Tú
y con el pecado lo clavamos,
Luz de mi vida María,
llévame a Jesús.
De la Eucaristía
sagrario eres Tú,
el camino más perfecto a Jesús.
Forma con nosotros un lazo de amor.
Oh María, desde ahora tuyo soy.
ORACIÓN AL NIÑO JESÚS (1)
Niño Jesús, Tú eres el Rey de la paz, ayúdame a aceptar sin amarguras las cosas que no puedo cambiar.
Tú eres la fortaleza del cristiano, dame valor para transformar aquello que en mí debe mejorar.
Tú eres la sabiduría eterna, enséñame en cada instante cómo debo obrar para agradar más a Dios y hacer mayor bien a las demás personas.
Te lo suplico, por los méritos de tu infancia, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
domingo, 23 de diciembre de 2018
ESTAMPA "L' ENFANT DE MARIE"
EL NIÑO DE MARÍA
La tendré siempre en los ojos, en el corazón, en las manos.
La santa voluntad de Dios por María y con María.
¡Toda mi felicidad está ahí!
Desapareced, vanos objetos de la tierra...
He dicho adiós a vuestros falsos dulzores.
Mi elección está hecha: Siempre cerca de mi Madre,
buscaré solo de Dios los favores.
HORA DE LA MISERICORDIA
Jesús llamó "Hora de la Misericordia" a las tres de la tarde, por ser la hora de su muerte, diciendo: "A las tres de la tarde implora mi misericordia, especialmente para los pecadores y, aunque sea por un momento, sumérgete en mi pasión; sobre todo en el momento de mi agonía. Esta es la hora de la gran misericordia para todo el mundo. En esta hora no negaré nada al alma que lo pida por los méritos de mi pasión".
Revelación de Jesucristo a Santa Faustina Kowalska.
JESÚS, YO CONFÍO EN TI
¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida? Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor. Cuando te abandones en Mí todo se resolverá con tranquilidad según mis designios.
No te desesperes, no me dirijas una oración agitada, como si quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos. Cierra los ojos del alma y dime con calma: Jesús, yo confío en Ti.
Evita las preocupaciones y angustias y lo que pueda suceder después. No estropees mis planes, queriéndome imponer tus ideas. Déjame ser Dios y actuar con libertad. Abandónate confiadamente en Mí. Reposa en Mí y deja en mis manos tu futuro.
Dime frecuentemente: Jesús, yo confío en Ti.
Lo que más daño te hace es tu razonamiento y tus propias ideas y querer resolver tus cosas a tu manera. Cuando me dices "Jesús, yo confío en Ti" no seas como el paciente que le pide al médico que le cure, pero le sugiere el modo de hacerlo.
Déjate llevar en mis brazos divinos, no tengas miedo. Yo te amo. Si crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de tu oración, sigue confiando. Cierra los ojos del alma y continúa diciéndome a todas horas: Jesús, yo confío en Ti.
Necesito las manos libres para poder obrar. No me ates con tus preocupaciones inútiles, Satanás quiere eso: agitarte, angustiarte, quitarte la paz. Confía solo en Mí, abandónate en Mí.
Así que no te preocupes, echa en Mí tus angustias y duerme tranquilamente. Dime siempre: Jesús, yo confío en Ti, y verás grandes milagros. Te lo prometo por mi amor.
sábado, 22 de diciembre de 2018
ORACIÓN A MARÍA DE NAZARET
María de Nazaret madre de nuestro Señor, te necesitamos Madre buena, vivimos tiempos difíciles, atravesamos bajones, tenemos caídas, nos agarra la flojera.
Tú también pasaste tiempos de incertidumbre, de no entender las cosas que sucedían, de sufrimiento y soledad.
Tú saliste adelante, con buen ánimo y entrega. Nos enseñaste con tu ejemplo que para dar vida hay que entregar la vida todos los días, en las buenas y en las malas.
María, ¡cómo cuesta decirle sí al Señor! ¡Cómo cuesta decir sí más allá de las palabras, decir sí con los hechos, con actitudes, con gestos! ¡Con la vida!
Enséñanos a esperar en el señor, a confiar en su palabra, a dejarnos guiar por su Espíritu, a llenarnos de su buen humor y alegría.
Enséñanos a escuchar su voz en la realidad de todos los días, en el sufrimiento de tantos.
Enséñanos a orar para no perder la esperanza, para no desalentarnos en las dificultades y contratiempos.
Nos confiamos en tus manos para que nos hagas fuertes en la fe, comprometidos en la solidaridad y firmes, muy firmes, en la Esperanza del Reino. Amén.
viernes, 21 de diciembre de 2018
ORACIÓN A LA VIRGEN MILAGROSA PARA CASOS DESESPERADOS Y DEPRESIVOS
Inmaculada y Señora mía bendita, que de vuestras purísimas manos irradiáis rayos de amor, bendición, protección y salud, con los que inundáis a vuestros hijos devotos: ¿Quién ha sido en esta vida más atribulada, después de vuestro bendito Hijo, que Vos? ¿Quién ha sido más atravesada de los más agudos chillidos de dolor? Todas las penas y tormentos que pasó vuestro piadoso corazón no solamente os sirvieron para ser más semejantes en el padecer a vuestro Hijo y acrecentar vuestras coronas sino también para que os compadecieseis más de los que padecen y dieseis la mano y sustentaseis con vuestro brazo poderoso a los que sumidos en el abismo del dolor, de miserias y calamidades, nos anegaríamos si no alzásemos los ojos a Vos.
Yo estoy en la hora presente afligido, las tribulaciones me rodean por todas partes, estoy cercado de penas, no tengo en qué esperar, ni encuentro consuelo, ni veo cosa alguna en qué estribar ni hacer pie. El sol me ha oscurecido, todas las cosas me atormentan y no tengo otro refugio, ni otra estrella que mirar sino a Vos, en cuyos dulcísimos brazos me echo y en cuyo fidelísimo patrocinio confío.
Sé de cierto que antes faltaría el cielo y la tierra que vuestro socorro a los que os lo piden con humildad y devoción esperando en Vos, porque cuando las dificultades y los problemas sin remedio más atormentan, las entrañas suavísimas de vuestra piedad, vuestra poderosa misericordia resplandece más, sanando las llagas incurables, dando fácil salida a los que humanamente parecen que no la tienen. Como os suplico que lo hagáis en esta mi necesidad:
(Hacer la petición o exponer el problema).
Amén.
ORACIÓN ESPECIAL DE ADVIENTO PARA MANTENER UN ESPÍRITU DE SILENCIO Y PAZ
Señor Jesús, envía tu Espíritu Santo sobre nuestras preparaciones para la Navidad.
Nosotros, que tenemos tanto que hacer, buscamos espacios de clama donde escuchar tu voz cada día.
Nosotros, que nos inquietamos por tantas cosas, ansiamos tu venida entre nosotros.
Nosotros, bendecidos de tantas formas, anhelamos la felicidad completa de tu reino.
Nosotros, cuyos corazones son pesados, buscamos la dicha de tu presencia.
Nosotros somos tu pueblo, que anda en tinieblas pero busca la luz.
A Ti te decimos: "¡Ven, Señor Jesús!".
ORACIÓN DEL ENFERMO (2)
Oh querido y dulce Niño Jesús, vengo a tu presencia agobiado por el sufrimiento que ocasiona mi enfermedad y movido por una gran confianza para implorar tu ayuda divina.
Sé que cuando estabas en este mundo te compadecías de la muchedumbre que sufría, sobre todo de aquellos que eran atormentados por el dolor.
Por el infinito amor que tenías los curabas de sus males y tus milagros fueron la demostración palpable de tu amor y misericordia.
Por ello, oh Divino Niño, te pido humildemente que me concedas la fortaleza necesaria para soportar el dolor, el alivio y consuelo en los momentos más difíciles y, sobre todo, la gracia muy especial de recuperar mi salud, si conviene para el bien de mi alma. Amén.
viernes, 7 de diciembre de 2018
DIÁLOGO ANTES QUE LAS ARMAS
Gracias, Señor, por dejarnos tu paz. Aún así te seguimos pidiendo... "Concédenos tu paz". Esta paz que solo Tú puedes darnos y que nos hace hijos, hermanos, comunidad; nos hace plenamente humanos.
Cuando Tú viniste a nosotros, el cielo nos deseaba paz a todos los hombres. Estando todo en calma, Dios nos hablaba en su Palabra misma. Era un lenguaje de amor y no de violencia, clara expresión de entrega. Y así pasaste entre nosotros haciendo paz e invitándonos a construirla contigo. Y nos bendijiste con "seréis llamados hijos de Dios".
Pero nosotros nos encontramos muy lejos de vivir lo tuyo.
Necesitamos que cures las heridas de violencia ancladas en nuestro propio corazón y en nuestra mente, y las transformes en perdón y reconciliación. Esto nos dará la fuerza necesaria para desear y contribuir a la paz mundial.
Concede, Señor, el perdón a opresores y violentos. Y para los gobernantes te pedimos luz y audacia para detener la proliferación de las armas, su comercio ilegal; para detener la espiral de violencia y encontrar recursos para el diálogo y la reconciliación.
María Oñate
jueves, 6 de diciembre de 2018
OFRECIMIENTO DIARIO POR LA HUMANIDAD
Dios, Padre nuestro, yo te ofrezco toda mi jornada, mis oraciones, pensamientos, afectos y deseos, palabras, obras, alegrías y sufrimientos, en unión con tu Hijo Jesucristo, que sigue ofreciéndose a Ti en la Eucaristía, por la salvación del mundo.
Que el Espíritu Santo que guió a Jesús sea mi guía y mi fuerza en este día, para que pueda ser testigo de tu amor.
Con María, la Madre del Señor y de la Iglesia, te pido especialmente por las intenciones del Papa y de nuestros Obispos.
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