Salve, benignísima Madre de misericordia. suspirada María, que nos traes el consuelo del perdón, yo te saludo. Tú eres la luz en las dudas, el solaz en las aflicciones, el aliento en las angustias, el refugio en las tentaciones y peligros, y la salud infalible acerca tu unigénito Hijo. ¡Dichosos los que te aman, Señora! Inclina, te suplico, tus piadosos oídos a las súplicas de este siervo tuyo, de este miserable pecador, y disipa con los rayos de tu santidad el torbellino de mis vicios, para que pueda ser grato a tus ojos.
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