Dios misericordioso, cuyo siervo José de Arimatea, con reverencia y temor piadoso, preparó el cuerpo de nuestro Señor y Salvador para el entierro, y lo depositó en su propia tumba, concede a tu pueblo fiel la gracia y la valentía de amar y servir a Jesús con devoción sincera durante toda la vida. Por Jesucristo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario