Buenos días. Durante el destierro, el pueblo judío vive el dolor y le flaquea la fe (“Al Señor no le importa mi destino”) pero les dirá el profeta, en nombre De Dios: “Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como águila, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan”. San Mateo hoy nos expresa esa misma idea, cuando en la vida nos sentimos abrumados por las cargas, debemos poner en Dios la confianza y Él nos dará alas y nos convertirá la carga en ligera, pero siempre que lo vivamos con humildad y no con la soberbia de creer que solos podemos cargar la cruz; para eso ha venido Él al mundo. Seamos buenos y humildes de corazón y encontraremos el descanso de Dios.
“Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11, 28-30)
Pues hacia Ti vamos, Señor Jesús, porque somos de ese grupo que andamos, de vez en cuando, cansados y agobiados. Cansados por el ritmo de trabajo, por las tareas cotidianas, por nuestros compromisos irrenunciables, por las cruces propias y ajenas, por la rutina que pide a gritos un respiro. Agobiados por nuestra falta de coherencia, por nuestra ridícula denuncia de la injusticia, por nuestras debilidades, cegueras y mediocridad en tu seguimiento.
Señor Jesús, cansados y agobiados de no llegar a todo ni a todos, de no terminar de poner en marcha iniciativas que son más que necesarias, de sentir que nos flaquean las fuerzas y las ideas… Cansados y agobiados porque no tenemos tiempo para lo importante, porque no entendemos como quisiéramos, porque nos hacen daño ¡tantas cosas!
Y así venimos hoy a Ti, Señor Jesús, sabedores de que nuestros cansancios y agobios no son nada comparado con lo que otros viven y padecen a nuestro alrededor.
Señor Jesús, aumenta nuestra fe. Fortalece nuestra esperanza. Despierta nuestra caridad. Aliviamos, Señor Jesús.
Así te lo pido. Así sea.
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