domingo, 2 de julio de 2023

EL VALOR DE UNA MISA (P. Ángel Peña)

Contaba el Padre Estanislao, de los Sagrados Corazones, que un día, en un pequeño pueblo de Luxemburgo, estaba un capitán de guardias forestales en animada conversación con un carnicero, cuando llegó una mujer anciana. Ella le pidió al carnicero que le diera gratis un pedazo de carne para la comida, pues no tenía dinero para pagarle. Solamente le prometió rezar por él en la Misa adonde iba.

El carnicero le dijo:
– “Muy bien, usted va a Misa a rezar por mí. Cuando vuelva le daré tanta carne cuanto pese la Misa”.

La anciana se fue a la Misa y después de una hora regresó. El carnicero, al verla, le dijo:
– “Vamos a ver, voy a escribir en un pedazo de papel: ‘Usted asistió a Misa por mí’. Le daré tanta carne cuanto pese este papel”.

El carnicero puso un pedacito de carne, pero pesaba más el papel. Después, puso un hueso grandecito y lo mismo. Colocó un pedazo grande de carne y el papel pesaba más. A estas alturas ya no se reía el carnicero. El capitán, que estaba presente, estaba admirado de lo que veía. El carnicero miró su balanza a ver si estaba en buenas condiciones, pero todo estaba bien. Entonces, colocó una pierna entera de cordero, pero el papel pesaba mucho más.

Esto fue suficiente para el carnicero. Allí mismo se convirtió y le prometió a la buena mujer que todos los días hasta su muerte le daría una ración diaria de carne, incluida la pierna de cordero que había puesto en la balanza.

En cuanto al capitán, también Dios tocó su corazón y a partir de ese día iba a Misa todos los días. Con su buen ejemplo y sus oraciones, dos de sus hijos llegaron a ser sacerdotes, uno de ellos jesuita y otro de los Sagrados Corazones.

El Padre Estanislao terminó este relato, diciendo que él era ese religioso de los Sagrados Corazones y que su padre era el capitán que había visto con sus propios ojos que la Misa pesa y vale más que todo lo que hay en el mundo.


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