Virgen María, Madre de fe y de esperanza, modelo para esta humanidad replegada por la indiferencia, hazme disponible como Tú para aceptar la voluntad de Dios, para proclamar y alabar su Misericordia.
María, Madre de fortaleza, Tú que conoces mi corazón no permitas que me desaliente. Entrego confiadamente mi vida en tus manos. Cura mis heridas, tu ternura me acompañe en mi camino.
Tu presencia, Madre de amor, nos lleve a experimentar la alegría de ver a nuestras familias unidas. Ayúdame a transmitir la ternura y el Amor de Dios a mis nietos y a los jóvenes para que, además de rezar con ellos, podamos rezar juntos.
Intercede por mí, María, el don del Espíritu Santo, que me sostenga en mi debilidad, infunda en mi corazón el consuelo para poder dejar huellas de fe entre los jóvenes, el testimonio de la belleza de la vida, la certeza de que esta tiene un límite y que más allá nos espera el abrazo del Padre.
Amén.
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