Al dar este abanico aire al semblante,
tal vez pueda templar, Eugenia mía,
esa alma delirante
que no tuvo en la vida un solo amante
ni vivió sin amar un solo día.
tal vez pueda templar, Eugenia mía,
esa alma delirante
que no tuvo en la vida un solo amante
ni vivió sin amar un solo día.
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