Buenos días. Hoy seguimos leyendo en las lecturas que Pablo está dispuesto a dar testimonio valiente de la Resurrección, delante de todos, sin miedo a las consecuencias. La oración de Cristo en el Evangelio tiene efecto: “Ruego por ellos y por todos los que crean en mí, por la palabra de ellos”. Tenemos la fortaleza de Dios para dar testimonio de en quién creemos, porque Dios nos da palabras y sabiduría para afrontar la mentira del mundo y por eso es importante sentirnos muy unidos a Él; recibir su cuerpo nos convertirá en un solo Cuerpo. Pidamos hoy la unidad en la fe, el amor y la esperanza, porque el Señor es nuestra mejor recompensa y la mejor herencia que podemos recibir y legar. Seamos buenos y confiemos en Dios, que no dejará a sus fieles conocer la corrupción.
1ª Lectura (Hch 22, 30; 23, 6-11): En aquellos días, queriendo el tribuno poner en claro de qué acusaban a Pablo los judíos, mandó desatarlo, ordenó que se reunieran los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno, bajó a Pablo y lo presentó ante ellos. Pablo sabía que una parte del Sanedrín eran fariseos y otra saduceos y gritó: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo, y me juzgan porque espero la resurrección de los muertos». Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la asamblea quedó dividida. Los saduceos sostienen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritus, mientras que los fariseos admiten todo esto. Se armó un griterío, y algunos escribas del partido fariseo se pusieron en pie, porfiando: «No encontramos ningún delito en este hombre; ¿y si le ha hablado un espíritu o un ángel?». El altercado arreciaba, y el tribuno, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó bajar a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel. La noche siguiente, el Señor se le presentó y le dijo: «¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén tienes que darlo en Roma».
Salmo responsorial: 15
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien». El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
Versículo antes del Evangelio (Jn 17, 21): Aleluya. Que sean todos una misma cosa, así como tú, Padre, en mí, y yo en ti, para que el mundo crea que tú me enviaste, dice el Señor. Aleluya.
"Que sean uno como nosotros somos uno" (Jn 17, 20-26)
Señor Jesús, una mañana más, aquí nos tienes. Una mañana más, con todas nuestras energías, con todos nuestros proyectos, con todos nuestros agotamientos y ansiedades, con todos nuestros anhelos y necesidades, aquí nos tienes. Y una mañana más, con la vida entera en nuestras manos, escuchamos que nos pides que seamos uno.
Señor Jesús, qué deseo tan inmenso para esta humanidad nuestra cada vez más fraccionada, más distanciada y más desvinculada de lo humano. Esta humanidad nuestra que cada dos por tres vive empeñada en hacer la guerra, en fomentar el odio al que busca salvarse, en ver por la televisión el drama de tantos para los que parece no haber sitio, la violencia que separa y aniquila al que piensa o cree distinto. Necesitamos ser uno. Y serlo en Ti y en tu nombre.
Señor Jesús, que seamos uno. Uno ante la guerra, uno ante el hambre, uno ante la sed, uno ante la falta de medicinas, uno ante la falta de oportunidades, uno ante el dolor y la tristeza, uno ante el sufrimiento ajeno, uno ante el reto de la educación, uno ante el cuidado de nuestra Casa Común. Necesitamos ser uno. Y serlo en Ti y en tu nombre.
Señor Jesús, que seamos uno. Que hoy nuestras palabras y nuestras acciones construyan fraternidad, que seamos capaces de incluir, acercar y apoyar a los otros. Que sumemos. Que no demos de comer a la crispación y al desencuentro. Que mostremos con nuestros gestos que buscamos la unidad y que no queremos más división ni más separación. Que, como el Padre y el Hijo, seamos uno. Necesitamos ser uno. Y serlo en Ti y en tu nombre.
Señor Jesús, haznos uno. Que hoy pongamos nuestro granito de arena para seguir construyendo la familia humana a la que nos llamas. Que, si podemos, hoy seamos uno con aquellos a los que necesitamos y no estarán ni cerca ni con nosotros, seamos uno en Ti, a tu estilo, por puro amor.
Así te lo pido. Así sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario