Buenos días. Nos acercamos al final de la Pascua con la celebración del envío del Espíritu Santo. Hoy volvemos a leer el evangelio de la aparición de Jesús a Pedro, donde le preguntó: "¿Me amas?". Y Pedro responde: “Tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. Es fácil decir que amamos a Dios cuando nuestra vida no tiene grandes dificultades, pero ¿lo amamos de verdad? Cuando llega la persecución, el dolor y las dificultades, ¿seguimos amando intensamente a Dios? Si lo seguimos como discípulos suyos comprenderemos la Verdad de la Vida. Y sabremos que sólo Él tiene Palabras de Vida Eterna, y que amarlo con todo el corazón, la mente y el alma es lo que nos da la fuerza y la capacidad para vencer al mundo. Pongamos nuestros ojos fijos en la meta del Cielo, y bendigamos al Señor por todo lo que hace por nosotros y porque no nos deja solos, tenemos al Espíritu Santo que nos guía, consuela y protege. Seamos buenos y confiemos en Dios, que con gran bondad gobierna desde el Cielo.
1ª Lectura (Hch 25, 13-21): En aquellos días, el rey Agripa llegó a Cesarea con Berenice para cumplimentar a Festo, y se entretuvieron allí bastantes días. Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole: «Tengo aquí un preso, que ha dejado Félix; cuando fui a Jerusalén, los sumos sacerdotes y los ancianos judíos presentaron acusación contra él, pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana ceder a un hombre por las buenas; primero el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para que tenga ocasión de defenderse. Vinieron conmigo a Cesarea, y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre. Pero, cuando los acusadores tomaron la palabra, no adujeron ningún cargo grave de los que yo suponía; se trataba sólo de ciertas discusiones acerca de su religión y de un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí. Pero, como Pablo ha apelado, pidiendo que lo deje en la cárcel, para que decida su majestad, he dado orden de tenerlo en prisión hasta que pueda remitirlo al César».
Salmo responsorial: 102
R/. El Señor puso en el cielo su trono.
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos.
El Señor puso en el cielo su trono, su soberanía gobierna el universo. Bendecid al Señor, ángeles suyos, poderosos ejecutores de sus órdenes.
Versículo antes del Evangelio (Jn 14, 26): Aleluya. El Espíritu Santo os enseñará todas las cosas; y os recordará todo aquello que yo os he dicho. Aleluya.
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