miércoles, 4 de junio de 2025

MIÉRCOLES VII DE PASCUA C


Buenos días. Feliz miércoles. Seguimos escuchando los discursos de Pablo y del Señor, que rezan y avisan de los peligros del mundo a los discípulos. Pablo advierte directamente sobre cómo deben guardar la Palabra y respetarla para que no se vanaglorien de transmitir su “verdad” y no la Verdad. Cristo pide al Padre que nos proteja y guarde en la Verdad, que es que conozcan la Verdad y la vida eterna que hemos recibido por Cristo. Los dos avisan de los peligros del mundo, cuidémonos. Pablo avisa de que algunos serán lobos en medio del rebaño y Cristo pide para que, viviendo en medio del mundo, nos guarden del maligno. Seamos buenos y confiemos en Dios, que nos santifica en la Verdad.


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1ª Lectura (Hch 20, 28-38): En aquellos días, decía Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso: «Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre. Ya sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta: acordaos que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra de gracia, que tiene poder para construiros y daros parte en la herencia de los santos. A nadie le he pedido dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos han ganado lo necesario para mí y mis compañeros. Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados, acordándonos de las palabras del Señor Jesús: ‘Hay más dicha en dar que en recibir’».

Cuando terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y rezó. Se echaron a llorar y, abrazando a Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba era lo que había dicho, que no volverían a verlo. Y lo acompañaron hasta el barco.


Salmo responsorial: 67

R/. Reyes de la Tierra, cantad a Dios.

Oh Dios, despliega tu poder, tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro. A tu templo de Jerusalén traigan los reyes su tributo.

Reyes de la Tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor, que avanza por los cielos, los cielos antiquísimos, que lanza su voz, su voz poderosa: «Reconoced el poder de Dios».

Sobre Israel resplandece su majestad, y su poder, sobre las nubes. ¡Dios sea bendito!


Versículo antes del Evangelio (Jn 17, 17): Aleluya. Tu palabra, Señor, es la verdad; santifícanos con tu verdad. Aleluya.



Texto del Evangelio (Jn 17, 11b-19): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad».

 



"Santifícalos en la verdad" (Jn 17, 11b-19)

Señor Jesús, una mañana más, aquí nos tienes. En este momento en el que estamos, en el que la verdad no aparece por ningún lado porque todo son intereses, mentiras, cambios de opinión, estrategias y chanchullos para acabar haciendo ver que la verdad es algo relativo o dependiente del que la presenta, este evangelio nos viene que ni al pelo a todos ¡Santifícanos en la verdad!

Por eso, Señor Jesús, hoy te rogamos que le pidas al Padre que nos santifique en la verdad, que nos haga mujeres y hombres veraces, verídicos y verdaderos. Que al vernos los demás sepan dónde hay verdad, dónde hay claridad, dónde Tú estás y te haces presente ¡Santifícanos en la verdad!

Señor Jesús, que santificados en la verdad llevemos verdad donde haya confusión, que donde haya duda llevemos claridad, que donde haya incertidumbre llevemos serenidad, que donde haya desesperanza pongamos la esperanza que nace de la verdad. ¡Santifícanos en la verdad!

Señor Jesús, que santificados en la verdad seamos buena noticia para los que nos rodean, seamos motivo de verdadera alegría, seamos luz, apoyo y compañía para todos aquellos que lo necesitan, seamos pacificadores allí donde haya conflictos generados por la falta de verdad o por verdades a medias. ¡Santifícanos en la verdad!

Señor Jesús, nos sabemos en tus manos. Tú nos has elegido para que seamos santos e irreprochables ante Ti por el amor. Que hoy amemos. Que hoy sigamos buscando ser santificados en la verdad. 

Así te lo pido. Así sea.









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