Buenos días. Es jueves y antiguamente se celebraba el día del Corpus. Hoy nosotros rezamos por las vocaciones sacerdotales. Las lecturas nos ayudan a acercarnos a Dios para descubrir un Padre que quiere darnos lo mejor y con quien queremos tener un diálogo de amor. Es la misma experiencia que Pablo transmite a los corintios, tiene miedo de que el evangelio que ha transmitido acabe siendo desechado y que el esfuerzo que ha hecho por ayudar a nacer en ellos el germen de Dios acabe en “saco roto”. Pero, a pesar de todo, no se arrepiente porque un padre reza y da todo lo que tiene por sus hijos, aunque estos sean desagradecidos. Ojalá que sintamos en nuestro espíritu que Dios es ese Padre que da todo por nosotros y sintamos que su amor nos lleva al auténtico Amor y perdón. Seamos buenos y confiemos en Dios, porque todos sus mandatos son verdad y se cumplen con justicia.
1ª Lectura (2Cor 11, 1-11): Hermanos: Ojalá me toleraseis unos cuantos desvaríos; bueno, ya sé que me los toleráis. Tengo celos de vosotros, los celos de Dios; quise desposaros con un solo marido, presentándoos a Cristo como una virgen intacta. Pero me temo que, igual que la serpiente sedujo a Eva con su astucia, se pervierta vuestro modo de pensar y abandone la entrega y fidelidad a Cristo. Se presenta cualquiera predicando un Jesús diferente del que yo predico, os propone un espíritu diferente del que recibisteis, y un Evangelio diferente del que aceptasteis, y lo toleráis tan tranquilos.
¿En qué soy yo menos que esos superapóstoles? En el hablar soy inculto, de acuerdo; pero en el saber no, como os lo he demostrado siempre y en todo. ¿Hice mal en abajarme para elevaros a vosotros? Lo digo porque os anuncié de balde el Evangelio de Dios. Para estar a vuestro servicio, tuve que saquear a otras Iglesias, aceptando un subsidio; mientras estuve con vosotros, aunque pasara necesidad, no me aproveché de nadie; los hermanos que llegaron de Macedonia proveyeron a mis necesidades. Mi norma fue y seguirá siendo no seros gravoso en nada. Lo digo con la verdad de Cristo que poseo; nadie en toda Acaya me quitará esta honra. ¿Por qué?, ¿porque no os quiero? Bien lo sabe Dios.
Salmo responsorial: 110
R/. Justicia y verdad son las obras de tus manos, Señor.
Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman.
Esplendor y belleza son su obra, su generosidad dura por siempre; ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente.
Justicia y verdad son las obras de sus manos, todos sus preceptos merecen confianza: son estables para siempre jamás, se han de cumplir con verdad y rectitud.
Versículo antes del Evangelio (Rom 8, 15): Aleluya. Hemos recibido un espíritu de hijos, que nos hace exclamar: ¡Padre! Aleluya.
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