¡Oh glorioso Patriarca! Si todos bien convencidos te aclamamos feliz y bienaventurado en la tierra, ¿qué no diremos al levantar los ojos al Cielo?, ¿qué exclamaciones y aun piadosos suspiros de estar a tu lado no saldrán a cada momento de nuestro corazón? Bien es verdad que la Fe no lo dice, pero la piedad y el amor nos lo dictan: que tú en cuerpo y alma te hallas ya en la gloria gozando de la clara visión de Dios. No son en pequeño número los teólogos que defienden la resurrección de José cuando el universal trastorno de la naturaleza toda en los solemnes momentos de la muerte del Salvador. Sin duda quiso Dios premiar en José, junto con los afectos y amorosas resoluciones de su alma, los sacrificios y dolores de su cuerpo. ¡Cómo paga con muchas creces nuestro Señor los servicios que se le han prestado!
JACULATORIA. Obtenme ¡oh José glorioso! un dominio completo sobre los apetitos y tendencias de mi cuerpo. Amén.