¡Oh dulcísima Virgen! Vos hallasteis gracia delante de Dios, porque fuisteis preservada de la mancha original, llena del Espíritu Santo, y por obra del mismo Espíritu Santo concebisteis al mismo Hijo de Dios. Vos recibisteis todas estas gracias no solo para Vos sino también para nosotros, a fin de ampararnos en todas nuestras aflicciones. Verdad es, Señora, que así lo hacéis. Vos socorréis a los buenos, conservándolos en la gracia, y a los malos reduciéndolos a pedir y recibir la divina misericordia. Vos ayudáis a los moribundos, protegiéndolos en aquel triste lance contra los engaños del demonio, y los ayudáis, aun después de la muerte, recibiendo sus almas y conduciéndolas a la bienaventuranza. ¡Oh piadosísima María!, bienaventurado el que os sirve y el que en Vos confía.
JACULATORIA: Tuyo soy, oh María, sálvame.
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