A Vos recurro, Madre de Dios, a quien toda la Iglesia llama Madre de misericordia. ¿Por ventura podéis negar a los pecadores vuestra intercesión, la cual siempre es agradable a Dios, y nunca sufre de Él la menor repulsa? No se hable más de vuestra misericordia ¡oh Virgen sagrada! si se halla alguno que habiéndoos invocado en sus necesidades y aflicciones no haya sido oído ni favorecido. No me negaréis pues a mí, que os invoco con viva confianza, vuestra piedad. Sí, confío que rogaréis por mí con más eficacia que yo mismo, y que me alcanzaréis mayores bienes de los que me atreví a pediros. ¡Oh Madre de misericordia! aquella gran bondad que todos en Vos experimentan ¿podrá negarme su asistencia en el peligro en que me veo de ser condenado? Oh dulce María, yo soy todo vuestro; ayudadme a salvar mi pobre alma.
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