Pablo llamó a su amigo Andrés y le dijo:
- Necesito dinero, mi madre está enferma y no tengo dinero para las medicinas.
Su amigo respondió:
- Está bien, mi querido amigo, llámame después de las actividades del día.
Dicho y hecho, él lo llamó, pero el teléfono estaba apagado. Llamó una y otra vez, hasta que se cansó y fue a buscar a otro amigo que pudiera ayudarle, pero no pudo encontrar ninguno. Triste y decepcionado con su amigo Andrés que lo abandonó y apagó el teléfono cuando él más lo necesitaba, volvió a casa y encontró una bolsa de medicamentos junto a la almohada donde su madre estaba durmiendo. Le preguntó a su hermano, que le dijo:
- Vino tu amigo Andrés, recogió las recetas y trajo esas medicinas. Se fue hace tiempo.
Con lágrimas en los ojos, salió a buscar a su amigo. Cuando lo encontró le preguntó:
- ¿Dónde has estado? Te llamé, pero tu teléfono estaba apagado.
El amigo dijo:
Pablo, vendí el teléfono y compré las medicinas de tu madre.
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El amigo de verdad no cruza los brazos hasta que el otro amigo esté bien.
El verdadero amigo es un hermano de madre diferente.
Oremos por nuestros amigos.
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