gloria de los mortales, luz del cielo,
en quien la piedad es cual la alteza;
los ojos vuelve al suelo
y mira un miserable en cárcel dura
cercado de tinieblas y tristeza;
y si mayor bajeza
no conoce, ni igual, el juicio humano
que el estado en que estoy por culpa ajena,
con poderosa mano
quiebra, Reina del cielo, esta cadena...
Virgen del sol vestida,
de luces eternales coronada,que huellas con divinos pies la luna;
envidia emponzoñada,
engaño agudo, lengua fementida,
odio cruel, poder sin ley ninguna
me hacen guerra a una.
Pues contra un tal ejército maldito,
¿cuál pobre y desarmado será parte,
si tu nombre bendito,
María, no se muestra por mi parte?
Virgen, lucero amado,
en mar tempestuosa claro guía,
a cuyo santo rayo calla el viento;
mil olas a porfía
hunden en el abismo un desarmado
leño de vela y remo, que sin tiento
el húmedo elemento
corre; la noche carga, el aire truena;
ya por el cielo va, ya al suelo toca;
gime la rota antena...
¡socorre, antes que embista en dura roca!...
en mar tempestuosa claro guía,
a cuyo santo rayo calla el viento;
mil olas a porfía
hunden en el abismo un desarmado
leño de vela y remo, que sin tiento
el húmedo elemento
corre; la noche carga, el aire truena;
ya por el cielo va, ya al suelo toca;
gime la rota antena...
¡socorre, antes que embista en dura roca!...
Del libro "Los nombres de Cristo" de Fray Luis de León
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