miércoles, 24 de noviembre de 2021

MARTIRIO DE FLORA Y MARÍA


Flora nació en Córdoba. Era hija de madre cristiana y de padre musulmán. El matrimonio tenía varias hijas y un hijo. Flora era la más joven.​ Las hermanas fueron educadas en la fe cristiana de su madre y el hijo en la musulmana de su padre. Flora era devota, austera y observadora de su religión, practicando ayuno a diario. En edad adolescente, Flora y sus hermanos quedaron huérfanos de padre. Hasta ese momento había practicado libremente el cristianismo, pero, a partir de entonces, su hermano, de fe musulmana, intentó la conversión de sus hermanas. Las hermanas se convierten pero Flora se mantiene firme en sus creencias. Flora finalmente huye y se esconde, pero ante las represalias que su hermano está tomando con algunos clérigos a los que acusaba de esconderla, regresa a casa. Allí se ratifica en su fe. El hermano la intenta convencer con promesas y amenazas. Como Flora no cede, su hermano la lleva ante el tribunal, donde confiesa ante el cadí​ el ser cristiana y el haber consagrado a Dios su virginidad. Es torturada, desollada la cabeza por flagelación (azotada por dos verdugos sin compasión en la cabeza hasta que quedó desnudo el hueso de la cabeza), llevada a su casa para ser curada e intentar convertida al Islam. Allí soporta todas las vejaciones y ultrajes a que la somete su hermano con la intención de pervertirla, pero no reniega de su fe y nuevamente huye. Permanece un tiempo en casa de un cristiano y luego en Osaria, la actual Torredonjimeno.
María es hija de cristianos que han puesto a su hijo Walabonso bajo la custodia de un sacerdote con el encargo de educarlo en un monasterio, mientras ella entra en el cenobio de Cuteclara. Muerto mártir su hermano, se dirige ahora a la iglesia de san Acisclo después de haber tomado una firme resolución. Las dos jóvenes coinciden a los pies de san Acisclo Se encontró con María en la iglesia de San Acisclo cuando rezaban. Se juran amistad para siempre y se encaminan con valentía al palacio del cadí. María fue condenada por blasfemia tras condenar a Mahoma ante el tribunal y Flora por apostasía, en 851.  Son arrojadas en un calabozo junto con prostitutas y gente de mal vivir y, llegado el día de la ejecución, son públicamente degolladas tras haber signado la señal de la cruz. Primero será la cabeza de Flora la cortada por el alfanje; después rueda la de María. Sus cuerpos quedan expuestos para escarmiento, disuasión de cristianos y demostración de poder musulmán a las aves y los perros, y, tras unos días, son arrojados al río Guadalquivir.
Sus cabezas fueron depositadas en la iglesia de san Acisclo.

 

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