Señor, Dios mío, Tú no eres una fuerza cambiante, tu poder es férreo y monolítico. Tu poder y sabiduría están preparados para hacer frente a todas las exigencias de la Creación. Las grandes pruebas de la existencia humana las has previsto con antelación, Tú las conoces, las controlas y las permites. Tú atas y desatas, nada en todos los Universos escapa a tu armonía infinita, que está en todo: en la aparente violencia destructora del rayo, en el duelo y el sufrimiento, en las tormentas, en la rebelión y en el desamor. Tus caminos son inexcrutables para nuestro mundo limitado, y también sabios y amorosamente trazados desde el principio. Tus actos son inteligentes, benevolentes y siempre intencionados. Toman en consideración el bien mayor, aunque ese bien supremo y general pueda oscurecer transitoriamente el destino o la felicidad de un ser o de un mundo. Señor, te doy gracias por estar conmigo y amarme. Yo también te amo sobre todas las cosas.
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