Buenos días y feliz domingo, día del Señor. Hoy las lecturas nos quieren presentar el proyecto de vida cristiana, que significa cargar con la Cruz y vivir como Él. Es decir, amar con todo el corazón y con toda el alma, poniendo nuestro centro en Dios. Seamos buenos y confiemos en Dios, que es nuestro refugio y nos enseña a vivir con un corazón sensato.
1ª Lectura (Sab 9,13-18): ¿Qué hombre conocerá el designio de Dios?, o ¿quién se imaginará lo que el Señor quiere? Los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo mortal oprime el alma y esta tienda terrena abruma la mente pensativa. Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance, ¿quién rastreará lo que está en el cielo?, ¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría y le envías tu santo espíritu desde lo alto? Así se enderezaron las sendas de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada y se salvaron por la sabiduría.
Salmo responsorial: 89
R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán». Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna.
Si tú los retiras son como un sueño, como hierba que se renueva que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca.
Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos.
Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos.
2ª Lectura (Flm 9b-10.12-17): Querido hermano: Yo, Pablo, anciano, y ahora prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien engendré en la prisión Te lo envío como a hijo. Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en nombre tuyo en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo: así me harás este favor, no a la fuerza, sino con toda libertad. Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que si lo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí.
Versículo antes del Evangelio (Sal 118, 135): Aleluya. Señor, mira benignamente a tus siervos y enséñanos a cumplir tus mandamientos. Aleluya.
Acabamos de escuchar cómo a Jesús le seguía mucha gente y es curioso cómo Jesús más que facilidades lo que les proponía para seguirle eran condiciones, en concreto tres:
* Dejar a un lado lo que más se puede llegar a querer para seguirle a Él.
* Llevar la cruz en señal de total disponibilidad y confianza.
* Renunciar a todo lo que esclaviza, especialmente los bienes.
No olvidemos que vivimos en un mundo donde las rebajas y la oferta están de moda, donde se busca la última novedad al menor precio, donde se busca la mejor calidad a precio de ganga. Normalmente esto nos pasa factura, porque olvidamos que a mayor calidad mayor precio hemos de pagar.
Algo así pasa con el Seño,. y es que cuando alguien renuncia a algo sabiendo que ha optado y encontrado algo mejor, la felicidad que siente es inmensa.
Seguirle no significa dejar algo, sino haber encontrado a Alguien, y ese encuentro hace que pase a segundo lugar todo lo demás (y se deje convencido de que es para mejor).
Todo esto requiere sacrificio, es verdad, pero sobre todo confianza y esperanza. Sabiendo que si confiamos plenamente en Él nos espera el mejor de los premios, que supera en valor, calidad y duración a los de la Tierra.
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