Buenos días. Hoy miércoles el evangelio de san Lucas nos presenta a Jesús curando, un signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo. La gente del evangelio quiere retener a Jesús, no quieren que se vaya de allí, pero Jesús ha venido para llevar la vida, la curación a todos. ¿Somos nosotros conscientes de que estamos llamados a ser testigos y llevar a muchos la curación? ¿O queremos retener a Jesús sólo para nosotros? La comunidad de Colosos acogió la fe con humildad, pero como un gran regalo que dio fruto. Seamos agradecidos por el regalo de la fe e intentemos contagiarlo con sencillez a todo el que se acerque a nosotros. Seamos buenos y confiemos en Dios, porque es bueno y su misericordia dura por siempre.
1ª Lectura (Col 1, 1-8): Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos que viven en Colosas, hermanos fieles en Cristo. Os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre. En nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos. Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez el Evangelio, la palabra, el mensaje de la verdad. Éste se sigue propagando y va dando fruto en el mundo entero, como ha ocurrido entre vosotros desde el día en que lo escuchasteis y comprendisteis de verdad la gracia de Dios. Fue Epafras quien os lo enseñó, nuestro querido compañero de servicio, fiel ministro de Cristo para con vosotros, el cual nos ha informado de vuestro amor en el Espíritu.
Salmo responsorial: 51
R/. Confío en tu misericordia, Señor, por siempre jamás.
Pero yo, como verde olivo, en la casa de Dios, confío en la misericordia de Dios por siempre jamás.
Te daré siempre gracias porque has actuado; proclamaré delante de tus fieles: «Tu nombre es bueno».
Versículo antes del Evangelio (Lc 4, 18): Aleluya. El Señor me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva y proclamar la liberación a los cautivos. Aleluya.
"Y Él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando" (Lc 4, 38-44)
Señor Jesús, sobre mí, sobre cada uno de nosotros, impón tus manos y cúranos, renuévanos, restáuranos, haznos nuevos. Nadie como Tú conoce nuestras dolencias, nuestras heridas, nuestras incapacidades, nuestras debilidades y todas nuestras necesidades.
Señor Jesús, una mañana más, acércate a nosotros y haz que tu presencia nos habite y nos envíe al mundo. Haz que todo lo que somos, sabemos, esperamos, creemos y digamos hable a los otros de Ti. Haznos sacramento tuyo en medio de este mundo lastimado por la guerra y la sinrazón.
Señor Jesús, impón tus manos sobre nosotros y haz que te dejemos actuar por medio nuestro allí donde sea necesaria una palabra de esperanza, un gesto solidario y el compromiso por la justicia.
Así te lo pido. Así sea.
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