¡Virgen purísima y dulce Madre! Mi alma acongojada, viendo el abominable vicio de la impureza devorar la tierra, se dirige a Ti para que, deteniendo la Justicia divina, alcances gracia poderosa que cambie sus sentimientos a esa multitud encenagada en las abominaciones más asquerosas; y puesto que el fuego del cielo y las aguas del diluvio cayeron sobre la tierra para castigo de tales maldades, y ya que nuevos castigos pesan hoy sobre el mundo como pequeña muestra de lo que Dios indignado va a hacer en él, dígnate interponer tus ruegos y alcanzar del Señor el fuego del divino amor que a todos nos purifique, las aguas saludables de su santa gracia que lavándonos nos fortalezcan para el bien obrar, sentimientos de compunción para hacer penitencia y fidelidad para que, teniendo a raya las pasiones, imitemos tus virtudes, con lo que Tú serás bendita y Dios glorificado. Amén.
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