¡Oh Corazón verdaderamente maternal! Apiádate de tantas almas que, cogidas en el lazo vil de la tentación, siguen la errada senda que las lleva a su eterno daño; envíales un rayo de luz que, iluminando su entendimiento, les haga ver muy claro el fin funesto de sus pasos, e inflamando su voluntad detesten de corazón sus pecados, reparen los escándalos, hagan sólida su conversión y se salven, pues han sido redimidas con el costoso precio de la sangre vertida por tu divino Hijo Jesús; sea así, Madre mía, para la dicha de la tierra, alegría del cielo y gloria tuya. Amén.
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