Bienaventurado Isidro, que habitas hoy la celestial morada en justo premio de tu singular piedad, caritativo celo y santidad de vida, sin que para practicar dichas virtudes fueran obstáculo las ocupaciones a que tenías que dedicarte para ganar el necesario sustento, tanto para ti como para tu venerada esposa, María de la Cabeza: te suplicamos que seas nuestro intercesor para con el Altísimo, a fin de que el Señor se apiade de nuestras miserias, y, por un acto de su infinita bondad, nos conceda vivir en paz en esta vida, y que gocemos en la otra las eternas delicias de la gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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