San Eulogio de Córdoba, humilde sacerdote de principios del siglo IX, te ordenaste con un sentimiento de profunda indignidad ante lo que sabías que era el ministerio sacerdotal. Te tocaron vivir tiempos convulsos de persecución a los cristianos por el Islam, de los que darías cuenta en tu libro, en el que relatabas con fervor cómo hombres y mujeres de tu tiempo eran conducidos al cadalso y entregaban sus almas a Dios piadosamente, perdonando a sus verdugos.
Córdoba tampoco se libró de la injusticia de sus gobernantes y de las tropelías que realizaban con leyes injustas. Tus constantes denuncias por semejante abuso no te lo perdonaron tus enemigos, y te llevaron, también a ti, a dar la vida por Cristo.
San Eulogio, intercede ante Dios por los cristianos de este siglo, a fin de que sepamos ser defensores de la verdad y no tener miedo a las represalias del mundo. Amén.
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