Buenos días. Leemos en la primera lectura de la Carta a los Hebreos que para entrar en el descanso de Dios hay que tener fe. En el evangelio la gente quiere entrar al lugar donde Jesús está y para ello hacen lo necesario para presentar al paralítico. Jesús se admira por su fe y, gracias a eso, le da el descanso al paralítico: “Levántate, coge tu camilla y vete”. Pidamos a Dios que nos regale esa fe para poder vivir en el descanso de Dios. Seamos buenos y confiemos siempre en Dios.
1ª Lectura (Heb 4, 1-5.11): Hermanos: Temamos, no sea que, estando aún en vigor la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros crea haber perdido la oportunidad. También nosotros hemos recibido la buena noticia, igual que ellos; pero el mensaje que oyeron no les sirvió de nada a quienes no se adhirieron por la fe a los que lo habían escuchado. Así pues, los creyentes entremos en el descanso, de acuerdo con lo dicho: «He jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso», y eso que sus obras estaban terminadas desde la creación del mundo. Acerca del día séptimo se dijo: «Y descansó Dios el día séptimo de todo el trabajo que había hecho». En nuestro pasaje añade: «No entrarán en mi descanso». Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso, para que nadie caiga, imitando aquella desobediencia.
Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde Él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».
Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?». Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate, toma tu camilla y anda?’ Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dice al paralítico-: ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’».
Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida».
"Hijo, tus pecados te son perdonados" (Mc 2, 1-12)
Señor Jesús, gracias. Gracias porque siento verdaderamente que las palabras que le dirigiste a aquel paralítico, esta mañana de invierno me las dices a mí. Y siento que me sanas y que me liberas de mis parálisis y de mis muchos errores y faltas. Gracias por perdonarlo todo. Hasta mi pensar que te olvidas de mí o que no te advierto cerca como antes.
Señor Jesús, gracias. Gracias por perdonar mis descuidos, mis excesivos cuidados de según qué cosas, mis olvidos, mi excesiva confianza, mi indiferencia hacia lo que no va conmigo, esa comodidad que me instala en mi propia mediocridad. Gracias por perdonarlo todo.
Señor Jesús, gracias. Gracias por perdonar mi oración a veces sin perspectiva e interesada, mi servicio con condiciones, mi pobre compromiso, mi débil profesion de fe, mi cobardía ante otras palabras y mensajes, mi tranquilidad ante circunstancias que requerirían de mí acción y bajar al barro. Gracias por perdonarlo todo.
Por eso, Señor Jesús, gracias. Gracias porque realmente siento que cuento con tu perdón, con ese abrazo que siempre me espera, con esa ternura y misericordia que desmonta todos mis esquemas y me renueva cada vez. No dejes de perdonarne nunca.
Así te lo pido. Así sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario