domingo, 16 de agosto de 2015

LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO

Estos dones son los siete siguientes: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios.

    La Sabiduría es una luz sobrenatural y clarísima, por cuyo medio el entendimiento  conoce las verdades divinas y al mismo Dios de un modo inefable, y esto de tal modo que aun cuando faltasen todos los testimonios y señales de nuestra fe, solo con esta luz las creyera, sirviéndole ella de guía para poder ordenar todas sus acciones conforme a la ley de Dios, con tanta suavidad, dulzura y alegría interior, que excede a toda humana comprensión. Ilustrado así el entendimiento, se comunica a la voluntad con tan gran impulso que el hombre se desprende de todas las cosas de la tierra, juzgándolas indignas de su amor, el cual consagra a Dios con un corazón limpio y desasido de todo afecto terreno.
    El Entendimiento es una luz divina con la cual, adornada la potencia intelectiva del alma, penetra de un modo admirable las verdades de la fe y las soberanas perfecciones de Dios, y entiende el sentido de las Santas Escrituras. Quien tiene este don se puede decir de él que es más sabio que todos los filósofos del mundo.
    El Consejo es una ilustración del entendimiento con que el Espíritu Santo da a conocer lo que se ha de hacer u omitir y el modo de obrar en los casos particulares, para conseguir la perfección y la salvación eterna. Por medio de este don se conocen las argucias o sutilezas del amor propio y las astucias del espíritu maligno, que a veces, para engañar, se transforma en ángel de luz. Con este don el Espíritu divino nos advierte de las emboscadas y lazos que nos arman nuestros enemigos, dándonos al mismo tiempo cuanto nos es útil para salir airosos en el combate. Esta ilustración es mayor o menor según lo fuere el grado de unión con Dios, y muchas veces el Espíritu divino infunde en el alma un conocimiento tan grande de lo que se dice a sí misma o aconseja a los demás, que está más cierta de ello que si lo viera con sus propios ojos o lo tocara con sus propias manos.
    La Fortaleza es un poderoso impulso que el Espíritu Santo da al corazón del hombre para animarlo y esforzarlo a sufrir y padecer cosas arduas y dificultosas por amor de la virtud o de Dios. Sin este don los mártires no hubieran superado tantos tormentos, sufriendo los más horrorosos suplicios con tal constancia y valor que hasta de los mismos tiranos y tormentos se reían por atroces que fuesen.
    La Ciencia es una luz que el Espíritu Santo derrama en el entendimiento de la persona, con la cual forma un juicio cierto y seguro de los misterios de nuestra religión para creer lo que se debe, dirigiendo con este conocimiento todas sus operaciones acerca de lo que debe hacer u omitir para agradar a Dios. Sin este don se anda en tinieblas y expuesto a caer en mil errores a cada paso, como ha sucedido a muchos que a pesar de ser muy hábiles en todas las ciencias han caído en las mayores herejías.
    La Piedad es un rayo de luz divina que ilumina el entendimiento de la persona e inclina su voluntad a honrar a Dios como a su amantísimo Padre, y a socorrer al prójimo por ser imagen del mismo Dios. De aquí es que por este don siente un gozo inexplicable por verse hijo de un Padre tan grande y bueno, redimido con su preciosísima sangre, reengendrado en el santo Bautismo y alimentado en la Eucaristía con su cuerpo y sangre sagrados. Considerando estas y otras obras de amor no puede menos que amarlo también y desear que todos lo amen y veneren, buscando en todo y con ardiente celo la mayor honra y gloria de Dios. Y no solo busca esta gloria de Dios, sino también el bien del prójimo, ya porque sabe que así lo quiere Dios, ya porque el prójimo es una imagen y semejanza del mismo Dios. De aquí es que mira como propias las necesidades del prójimo, interesándose aún más por él que por sí mismo. Esta es la razón por la que, olvidada en cierto modo de sí misma la persona que tiene el don de Piedad, se ejercita en ayudar al prójimo en aquellas obras de caridad cristiana, que por otro nombre se llaman obras de misericordia.
    El Temor de Dios es un afecto reverencial que el Espíritu Santo mueve en la voluntad de una persona por el cual teme ofender a Dios y apartarse de Él pecando. Cuatro clases de temor distingue santo Tomás: humano,servil, inicial y filial. El temor humano es el que nos hace ofender a Dios por evitar algún mal temporal, y este es el temor de los pecadores. El temor servil es el que obliga al hombre a dejar el pecado y hacer penitencia para evadir el castigo eterno que merece por la culpa, y este es útil y provechoso. El temor inicial es el que impele al hombre a comenzar a amar a Dios, parte por temor de la pena y esperanza del premio, y parte por consideración a la majestad divina a la que teme ofender con el pecado. El temor filial es el absolutamente retrae al hombre de ofender a Dios su Padre, porque considera en él infinitos motivos de respeto, amor y obediencia, por cuya razón teme disgustarle y apartarse de su amistad y gracia. Solamente estos dos últimos temores, inicial y filial, son dones del Espíritu Santo, de los cuales el más perfecto es el filial, por cuanto nace de la perfecta caridad y amor de Dios.

lunes, 10 de agosto de 2015

PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO

El primero es: Presunción de salvarse sin mérito alguno. En vano esperan salvarse los que lejos de hacer buenas obras resisten continuamente las inspiraciones del Espíritu divino que les dice: Obrad bien mientras se os concede tiempo; haced por vuestra parte lo que podáis, que Dios hará lo demás.
El segundo es: Desesperación de la divina misericordia. Es cierto que es grande la malicia del pecado mortal, pero también lo es que es más grande aún la bondad y misericordia de Dios. La desesperación es una injuria gravísima al divino Espíritu, pues equivale a resistir y abandonar la gracia que ofrece al pecador, o bien a negar su fuerza y eficacia. Hay pecadores que en la desesperación se quitan la vida, pero lejos de rebajar la gravedad del delito la acrecientan, y para librarse de los remordimientos de la conciencia se precipitan a las penas eternas del infierno. El medio de tranquilizarse después de cometido un delito es arrepentirse, pedir perdón a Dios y proponer con eficacia no volverlo a cometer. En vez de atentar el pecador contra su vida, debe pedir a Dios que se la conserve, para hacer penitencia en este mundo con el sufrimiento de las penas y trabajos, con el fin de no tener que padecer eternamente después de la muerte en el infierno.
El tercero es: Impugnación de la verdad conocida para pecar con más libertad. Es este un horrible pecado contra el divino Espíritu, que avisa y da a conocer el mal del que se debe huir, y el bien que debe practicar toda persona para salvarse; pero no faltan algunos que en vez de ser dóciles a sus santas inspiraciones, las resisten, e incluso persiguen al sujeto de quien se sirve el Espíritu Santo como instrumento para avisarles, profiriendo palabras injuriosas y burlándose de sus advertencias, si no le apedrean también como los judios a Jesús. Otros hay que desprecian e impugnan las verdades de la fe y las sanas máximas del Evangelio, a pesar de que su propia conciencia, movida por el Espíritu Santo, les dicta ser sólidas, santas y necesarias para salvarse. Seamos siempre dóciles a las inspiraciones que nos comunica el divino Espíritu.
El cuarto es: Envidia de los bienes espirituales que nuestro prójimo ha recibido de Dios. No tengamos envidia de nadie, procuremos ser buenos, y Dios, que es juez rectísimo, nos dará el premio que con nuestras obras hayamos merecido, en este o en el otro mundo.
El quinto es: Obstinación en el pecado. Serán castigados los que se obstinen en el pecado, despreciando las inspiraciones del Espíritu divino y las amonestaciones de los ministros del Señor. pues que cuando no en este mundo, en el otro serán sumergidos en el mar de las llamas del infierno.
El sexto es: Propósito de morir impenitente. En la hora de la muerte muchos vuelven la espalda a Dios y dan oídos al demonio que les persuade la impenitencia final con que acaban.

Estos seis pecados contra el Espíritu Santo son muy difíciles de ser perdonados, no por parte de Dios, sino por parte de los mismos pecadores, que oponiéndose y resistiéndose a lo que necesitan para alcanzar perdón, imitan al enfermo que no quiere tomar las medicinas, y por esto muere. Siendo, pues, estos execrables pecados el mayor impedimento para nuestra salvación, hagámonos dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo, las cuales nos guiarán directamente a la patria celestial. 

ORACIÓN A SANTA CLARA DE ASÍS

Gloriosa santa Clara, que por aquella fidelidad a la gracia y a las inspiraciones de tu Dios que te hizo ser predilecta de san Francisco de Asís despreciando como él cuanto el mundo te brindaba de halagador, te suplico que me consigas que yo siga tus huellas por los caminos de la virtud y pase por la vida sin mancharme. Ruega por mí para que nunca caiga en las tentaciones del mundo. Amén.

jueves, 6 de agosto de 2015

LAMBERTO, EL LEÓN CORDERO

    Después de lo sucedido, las ovejas decían que nada de aquello habría pasado a no ser por la señora cigüeña. La cigüeña no iba a admitirlo, ni siquiera por un segundo. "Ha sido culpa de los encargados del almacén. Los encargados del almacén hicieron el paquete. Los encargados del almacén pusieron la etiqueta con la dirección, y el destinatario era el rebaño de ovejas que vivía en el prado de Tully".



    La dirección no podía estar más clara. Además para asegurarse de que no podía haber ningún error, los encargados del almacén habían escrito: "Bebé cordero. Frágil".
    Naturalmente, la señora cigüeña lo había tratado con mucho cuidado. No en vano había estado entregando bebés durante años y más años, por lo que, cuando menos, había aprendido una o dos, o tres cosas. Incluso en una ocasión en que se hizo un lío con las ramas de un árbol, en su camino hacia el prado,no había soltado el precioso encargo.
    La señora cigüeña había salido a la puesta del sol. Le gustaba hacer sus envíos durante la noche. La luna llena había salido para cuando ella volaba por encima del prado donde pastaban las ovejas. Movía sus alas así y asá y flotaba muy cerca de los árboles.
    La señora cigüeña puso su paquete sobre la hierba y empezó a desatarlo.
    - ¡Qué viaje tan accidentado! -decía la cigüeña a cualquiera que quisiera oírla.
    Nadie contestaba. En el prado al que había llegado la señora cigüeña, mamá oveja esperaba con ansiedad. Nadie hizo ningún comentario cuando la cigüeña acabó de desatar el paquete.
    - Bien, pues aquí estamos -dijo la cigüeña.
    Mamá oveja sonreía. Uno, dos, tres, cuatro, cinco corderillos levantaron la cabeza, abrieron sus ojos somnolientos y miraron a su alrededor.
    - ¡Levantaos ya! -ordenó la cigüeña-. Ahora, no chilléis, corderillos. Escoged entre estas ovejas y la que más os guste será vuestra mamá.
    Uno, dos, tres, cuatro, cinco corderillos se levantaron. Al principio caminaban muy vacilantes, pero después de unos pasos, empezaron a andar con mayor seguridad. En un momento, o dos momentos, cinco corderillos habían escogido cinco mamás ovejas.
    La cigüeña vio que había otra oveja esperando, pero comprobó que ya no tenía más corderitos. Se puso sobre una sola pata y vio cómo las ovejas acariciaban a sus bebés, mientras que la otra oveja se quedaba tan triste como se pueda imaginar.
    - ¿Qué podría haber pasado? -se preguntaba la cigüeña-. Yo estaba segura de que tenía suficiente cargamento.
    Miró el paquete esperando, con tanta esperanza como una cigüeña puede esperar, que habría otro corderillo en el fondo del paquete. En efecto, vio una bolita de suave lana que rodaba por allí.
    - ¿Qué haces tú ahí, perezoso corderillo? -exclamó la señora cigüeña-. ¡Vamos! ¡Ya es hora de que te despiertes!
    Aquella bolita de suave lana se desenroscó como una trompetilla de papel. Y un par de ojos de color verde muy pálido miraron a la señora cigüeña mientras una lengua rugosa y moteada salía por debajo de una nariz negrita. El corderillo ensayaba un ruido raro que apenas se oía y la señora cigüeña pudo verle los dientes, que eran como puntas de alfiler.
    - ¡Dios mío! -exclamó la señora cigüeña-. ¡Esto no es un corderillo!
    La señora cigüeña vio la etiqueta del paquete. Estaba correctamente escrita y llevaba la dirección del rebaño de ovejas.
    La señora cigüeña tomó sus lentes y se limpió los cristales. Entonces cogió su bloc de notas.
    - Tiene que haber habido algún error -dijo la cigüeña, y fue volviendo las hojas y leyendo los pedidos de bebés de leopardos, serpientes, minúsculos linces, ciervos y... corderillos.
    - ¡Ajá! -dijo por fin-. ¡Aquí está! Tú debes de ser Lamberto. Y tú eres un león. Tú no tienes nada que hacer por aquí.
    La señora cigüeña siguió mirando su bloc de notas. ¿Lamberto?, se dijo a sí misma.
    Pero Lamberto, el cachorro de león, no estaba allí. El leoncillo había tomado la iniciativa y estaba junto a la entristecida mamá oveja que ahora se sentía feliz. Lamberto mamaba igual que los demás corderillos con las demás ovejas. La mamá solitaria estaba alimentando a Lamberto y parecía mostrarse muy orgullosa de poder hacerlo.



    La señora cigüeña  cogió un lápiz y anotó algo en su bloc de notas. Después, siguió ojeando hasta encontrar un pedido que decía: Lamberto. León. Sudáfrica. "¡Qué barbaridad! ¡Vaya viajecito que me voy a dar!". Guardó el lápiz y el bloc de notas y llamó al león.
    - Venga, Lamberto -gritó.
    Pero Lamberto no prestaba la menor atención. Se apretaba a mamá oveja y se alimentaba glotonamente.
    La señora cigüeña se fue hacia la oveja.
    - Siento mucho que haya habido un ligero error, mamá oveja -dijo quitándose el sombrero-. No tiene por qué preocuparse por este pedazo de bruto. Me lo voy a llevar a la jungla, que es donde debe estar.

    Al decir esto, la cigüeña intentó coger a Lamberto.
    Pero la señora cigüeña comprobó con asombro cómo mamá oveja se oponía. Había encontrado un bebé y no estaba dispuesta a dejarle marchar.
    Si no se parecía a ningún otro corderillo del prado, tanto mejor. Así podría reconocerle en cualquier momento.
    La señora cigüeña alisaba sus plumas, algo tullidas después de haberse tropezado con el árbol.
    - ¡Esto se pone feo! -dijo.
    La señora oveja bajó su cabeza, como si fuera a darle un buen cabezazo a la cigüeña, dándole a entender que, por lo que a Lamberto se refería, podía fácilmente comprobar las afiladas puntas de aguja que asomaban por sus encías.
    - Bien, está bien. ¡Está bien! -exclamó la señora cigüeña-. Puedes quedarte. Puedes quedarte lo que quieras. Después de todo, yo no hago más que cumplir con mi obligación.
    La cigüeña salió volando hacia el almacén pensando, sin duda alguna, en cantarle las cuarenta a los encargados de preparar el paquete.
    Lamberto se quedó dormido junto a mamá oveja, y cuando llegó la mañana y todos los corderillos fueron despertados por sus mamás, Lamberto esperó pacientemente mientras mamá oveja cepillaba su pequeña y oscura melena. Cuando Lamberto estaba tan guapo como la señora oveja pudo conseguir, fue a presentarlo a los demás corderillos.
     ¡Cómo lo pasaron de bien los corderitos! Lamberto les hacía correr mientras su lengua rugosa le llegaba casi al suelo, y empezó a jugar y a saltar de la misma forma que hacían los demás.
     - ¡Beee! -balaban los corderillos, muy contentos. -¡Beee!
     Lamberto intentaba decir "Beee", porque sabía que era el idioma del prado, pero cuando abría la boca, todo lo que podía conseguir era "Miau". Los corderillos no habían oído nunca una cosa así y se ponían a balar y a balar y Lamberto, que todavía no sabía rugir, se ponía a maullar y a maullar.


     Los corderillos empezaron a reír, y se rieron sin parar. Y empezaron a dar saltos, porque a los corderillos les gusta mucho saltar. Y se daban de testarazos con sus pequeñas cabezas, porque a los corderillos les gusta mucho darse testarazos.
     Por fin los corderillos empezaron a cantar una canción un poco tontorrona; que es esa canción que la gente menuda canta en todos los sitios cuando quieren burlarse de alguien que es diferente.

Lamberto, Lamberto,
balas menos que un muerto,
tienes orejotas y las patas como botas.
Lamberto, Lamberto,
pelicorto y colituerto.
Lamberto, Lamberto,
tienes menos lana que una rana.

     Lamberto se sentía muy triste. En los primeros momentos se iba a refugiar con mamá oveja. Tenían razón. Tenían demasiada razón. Las patas de Lamberto eran demasiado grandes y su lana demasiado corta. Hablando con propiedad, no tenía lana en absoluto. Era un cordero realmente raro.
     La mamá de Lamberto acariciaba su pelo y peinaba su melena, y Lamberto empezó a sentirse mejor. Entonces es cuando decidió que podía ser una cosa muy rara para un cordero, pero que de todos modos intentaría hacer lo que pudiera para comportarse debidamente. Es decir, para hacer las mismas cosas que hace un cordero.
     Por lo tanto, Lamberto empezó a practicar el salto del cordero y ensayaba también el testarazo del cordero, a pesar de que se quedaba medio tonto cada vez que chocaba con las durísimas cabezas de los corderitos.
     Lamberto practicó también el balido y, al cabo de cierto tiempo, consiguió medio balido, pero tardó bastante en conseguir un balido entero.
     Mientras pasaba todo esto, Lamberto crecía, crecía y CRECÍA.
     La mamá de Lamberto estaba muy orgullosa de él, porque nadie en todo el rebaño había tenido un cordero tan robusto.
     Pero Lamberto no estaba nada orgulloso, porque en lo más profundo de su corazón sabía que no servía para nada. No sabía saltar ni sabía balar. No sabía jugar ni dar testarazos. No sabía hacer absolutamente nada, a excepción de ir a esconderse detrás de su madre cuando los corderos se burlaban demasiado de él. Y cuando ya hubo crecido bastante, ni siquiera podía esconderse demasiado bien. En pocas palabras, Lamberto era raro, amarillo, cobardica, un león asustadizo y no una salvaje y lanuda oveja.
     Pasó el tiempo. La primavera se hizo verano y el verano se hizo otoño. Los corderillos ya estaban crecidos para entonces. En realidad ya no eran corderillos, sino ovejas de tomo y lomo. Pero todavía eran jóvenes y gustaban de jugar y darse testarazos y todavía se burlaban de Lamberto y le gastaban bromas.
     Lamberto lo tomaba bastante olímpicamente, pero en el fondo se estaba empezando a cansar. Estaba harto de que le empujaran al río cada vez que iba a beber. Y estaba especialmente harto de la cancioncilla que lo comparaba con las ranas. Pero sobre todo, estaba cansado de ser diferente. 
     Una noche, cuando todas las ovejas estaban profundamente dormidas en el prado, Lamberto se despertó muy asustado. Había oído un ruido espantoso. Era un lobo que aullaba, aullaba en el bosque justamente detrás del prado.


Lamberto levantó su cabeza y aguzó sus orejas para escuchar tan deprisa como podía escuchar un león.
     ¡Y allí estaba otra vez! Lamberto oyó de nuevo cómo aullaba el lobo, pero además lo vio aparecer entre la espesura del bosque. El hambriento animal venía deslizándose entre las sombras y sus crueles ojos lobunos brillaban a la luz de la luna. El lobo abrió la boca y Lamberto pudo ver sus tremendos colmillos.
     ¡La terrible fiera había encontrado el rebaño! Lamberto estaba petrificado. No tenía ni la menor idea de lo que debía hacer. Temblaba y se arrimaba a mamá oveja, con la esperanza de que el lobo no lo viera.
     El lobo estaba cada vez más cerca y Lamberto vio cómo la terrible fiera pasaba junto a las ovejas y se dirigía sin duda hacia él.
     Lamberto se escondía detrás de mamá oveja. El lobo venía a por él, no había ninguna duda, y Lamberto cerró los ojos llenos de pánico.
     De repente, Lamberto oyó un lastimero quejido.
     - ¡Lamberto! -se oyó en el silencio de la noche.
     Lamberto abrió los ojos y miró a su alrededor. El lobo había cogido a su madre por la pata y se la estaba llevando fuera del rebaño, hacia la oscuridad del bosque.
     - ¡Lamberto! -balaba la oveja.
     Para entonces todas las ovejas y corderos del rebaño se habían despertado. Los alegres corderillos, que tan dispuestos se encontraban siempre a darles testarazos a Lamberto, cambiaban mucho delante de un hambriento lobo... Con agilidad increíble, todos los corderillos saltaron a esconderse tras las piedras y los árboles próximos al prado.
     - ¡Lamberto! -gritaba mamá oveja.
     El lobo se la había llevado casi al otro lado del prado y tardaría pocos minutos en desaparecer para siempre. Con un desesperado esfuerzo, la mamá de Lamberto se las arregló para soltarse de la presa del lobo. La hambrienta fiera se encontraba ahora entre mamá oveja y el rebaño oculto entre los árboles y piedras. El lobo avanzó hacia ella lentamente. La hizo retroceder sin piedad, no hacia el bosque, sino hacia el borde de un precipicio de más de cien metros de alto.
     - ¡Lamberto! -gritaba mamá oveja, en el mismísimo borde del precipicio.
     Aquello era demasiado. A la vista de su madre, que balaba aterrorizada, algo se revolvió en el interior de Lamberto. Olvidó que era un pobre, miserable, cobardica, y asustadiza criatura. En un abrir y cerrar de ojos, se convirtió en un fiero león.
     Los pelos de Lamberto se pusieron de punta y su negra melena se levantó como una bandera. Lamberto respiró profundamente y llenó de aire sus pulmones. Después abrió la boca y soltó un rugido muy rugiente. Fue un rugido que lo podía firmar el más fiero león africano y contarlo a sus nietecitos como una hazaña.
     Después de haber anunciado sus intenciones por este sonoro procedimiento, Lamberto levantó sus poderosas zarpas y se las enseñó al lobo. El lobo no había visto nunca nada parecido a Lamberto. El lobo no había oído nunca nada similar al rugido de Lamberto. En realidad, el lobo no quería ver ni oír nada parecido a Lamberto en todos los días que le quedaran de vida y, con un salto, fue a refugiarse detrás de la madre de Lamberto.
     Lamberto ya no era la asustadiza oveja de antes, sino un rey de la selva. Caminó unos pasos hacia su madre y, tranquilamente, dio un cabezazo al lobo y lo echó por el precipicio.
     Todas las ovejas y corderos del prado salieron de sus escondites, uno tras otro. Después de un momento o de dos momentos, la madre de Lamberto paró de temblar. Estaba tan orgullosa de Lamberto que no sabía lo que hacía.
     ¡Vaya fiesta que organizaron los corderitos! Estaban muy contentos de que Lamberto fuera uno de ellos y entonaron una nueva canción que improvisaron en aquel momento. Levantaron en hombros a Lamberto y le dieron la vuelta al prado mientras cantaban:


Lamberto, Lamberto,
ya eres de los nuestros,
ya no eres un león sin coraje,
sino un valiente cordero salvaje. 


     Por lo tanto, Lamberto se convirtió en el héroe del rebaño y, desde entonces, él y su madre vivieron felizmente.
     Por lo que al lobo se refiere, también tuvo suerte, porque no se cayó al fondo del precipicio, sino que se las arregló para agarrarse a una rama que crecía entre las rocas. Que nosotros sepamos todavía estará allí, agarrado a la rama y debe estar verdaderamente hambriento. Pero no se morirá de hambre, porque ese árbol da cerezas todas las primaveras.


miércoles, 5 de agosto de 2015

LOS PECADOS DE QUE UNO SE HACE REO SIN COMETERLOS

El primero es mandar hacer algún mal. El que manda alguna cosa mala se hace reo de la maldad como si él mismo la cometiese, sin que por esto entendamos que los ejecutores queden inocentes, ni que en casos semejantes deban obedecer, pues sabido es que los superiores deben ser obedecidos solamente cuando lo que mandan puede hacerse sin pecar. La autoridad humana es una participación de la divina, o es un poder que Dios les ha dado. Primero debe obedecerse a Dios que prohíbe alguna cosa antes que a los que la mandan.
El segundo es aconsejar hacer mal. El que aconseja cualquier maldad, sea la que fuere, se hace reo de ella lo mismo que si la cometiese.
El tercero es consentir en el mal. Los que consienten, se complacen y deleitan en el mal que cometen otros se hacen reos de él como si ellos mismos lo cometiesen.
El cuarto es provocar al mal. Son reos y dignos de castigo los que provocan e instigan al mal, ora sea al robo, a la impureza o a cualquier otro.
El quinto es alabar lo malo. Se hacen reos de este delito aquellos padres y jefes que, sabiendo que sus hijos o empleados roban o estafan, no solo no los reprenden, sino que antes bien los aplauden y alaban.
El sexto es no impedir el mal pudiendo y debiendo. De semejante delito se hacen reos los que, teniendo autoridad o pudiendo, no impiden las maldades y en alguna manera consienten, según aquel principio: el que calla cuando debe hablar se juzga que consiente.
El séptimo es disimular el mal y permitirlo, conociendo o debiendo conocer que sucederá. ¡Cuántos padres se hacen culpables de los pecados que cometen sus hijos por no vigilarlos y estar siempre pendientes de ellos!
El octavo es participar del mal. De este delito se hacen reos los que reciben cosas robadas, que las compran sabiendo o sospechando que lo son, o recibiendo algo para disimular o hacer la vista gorda.
El noveno es defender lo malo. ¡Ay de los que pleitean injustamente y de los que protegen y favorecen a tales pleiteantes! Unos y otros se constituyen reos en el tribunal de Dios, en donde hasta las justicias quedarán juzgadas.

¿Por qué se dice que uno se hace reo de algunos pecados sin cometerlos? Porque con ellos es causa o cómplice en el mal que hacen otros.

martes, 4 de agosto de 2015

ORACIONES PARA LA SAGRADA COMUNIÓN: AFECTOS PARA DESPUÉS DE COMULGAR

   AFECTOS DE GRATITUD. ¡Oh Dios mío y amor mío! ¿Qué gracias te podré yo dar porque Tú, Rey de los reyes y Señor de los señores has querido hoy visitar mi alma y unirte a mí mediante la virtud inestimable de este Sacramento? ¿Qué te podrá dar una criatura tan pobre por dádiva tan rica? Porque no te contentaste con hacernos aquí partícipes de tu soberana Deidad, sino que también nos comunicaste tu Santa Humanidad, tu alma santísima y tu deífico Corazón, haciéndonos así partícipes de todos los tesoros y merecimientos que con esa misma carne y sangre nos ganaste. ¡Oh preciosa dádiva, mal conocida de los hombres y digna de ser agradecida con perpetuos loores!
   AFECTOS DE ADMIRACIÓN. Mas ¿qué te dimos, Señor, por que tal dádiva nos dieses? Ninguna cosa hubo a la verdad, de por medio, sino sola tu bondad. Porque así como a la bondad pertenece comunicarse, así a la suma bondad sumamente comunicarse; y de este modo lo hiciste Tú, pues en todo te diste a nosotros. Naciendo te diste por hermano; comiendo por mantenimiento, muriendo te das en precio, y reinando en galardón. Aquella santa Madre de tu Precursor llena del Espíritu Santo, cuando vio entrar por sus puertas a la Virgen, que dentro de sus entrañas te traía, espantada de tan gran maravilla exclamó, diciendo: ¿De dónde a mí tanto bien, que la Madre de mi Señor venga a mí? Con cuánta mayor razón podré exclamar: ¿De dónde a mí tan gran bien, que no la Madre de Dios, sino el mismo Dios y Señor de todo lo creado haya querido venir a mí? A mí que tanto tiempo fui morada de Satanás. A mí que tantas veces te ofendí. A mí que tantas veces te cerré la puerta y despedí de mí. ¿Por dónde merecía nunca más recibir a quien así deseché? Pues ¿de dónde a mí, Señor, que Tú, Rey de la gloria, cuyo trono es el cielo, cuyo estrado real es la tierra, cuyos ministros son los Ángeles, a quienes alaban las estrellas de la mañana y en cuyas manos están todos los fines de la tierra, hayas querido venir a un lugar de tan extraña bajeza? Y si de otra manera alguna me visitaras, todavía fuera esta una gran misericordia: más que Tú, Señor, hayas querido, no solo visitarme, sino entrar en mí, y morar y transformarme en Ti, y hacerme como una cosa contigo, por unión tan admirable, que la comparaste con aquella altísima unión que tienes con el Padre; para que así como el Padre está en Ti y Tú en Él, así el que te come esté en Ti y Tú en él, ¿qué cosa puede ser más admirable?
   AFECTOS DE PETICIÓN. No hay alabanzas que basten para celebrar las maravillas de este Misterio tan grande, que inventó tu amor infinito, ordenó tu sabiduría divina y llevó a cabo tu poder omnipotente. Por ellas te ensalcen los ángeles y santos del cielo por todos los siglos de los siglos.
   Dígnate pues ahora permitirme, por la virtud de este inefable Sacramento, unirme e incorporarme contigo, con tan apretado vínculo de caridad que ya no me separe más de tu amistad y gracia. Vayan lejos de mi alma las tinieblas del pecado, que no dejaban llegar a ella la luz de tu adorable presencia. Lejos sean de mí las vanidades del mundo y los placeres de la carne corruptible. Haz también, Señor, misericordia de todos los pecadores. Vuelve a tu Iglesia los herejes y cismáticos, alumbra a los infieles para que te conozcan, socorre a todos los que están puestos en necesidades y tribulaciones. ayuda a todos aquellos por quienes estoy obligado a rogarte: consuela a mis parientes, amigos, enemigos y bienhechores, ten misericordia de todos aquellos por quienes derramaste tu preciosa sangre. Da perdón y gracia a los vivos, y a los difuntos descanso y gloria perdurable. Amén. 

viernes, 31 de julio de 2015

HIMNO A SAN IGNACIO DE LOYOLA

Fundador sois, Ignacio, y general de la Compañía Real que Jesús con su nombre distinguió. 
La legión del Loyola, con fiel corazón, sin temor enarbola la cruz por pendón.
Lance, lance a la lid, fiero Luzbel, a sus monstruos en tropel.
De Luzbel las legiones se ven ya marchar y sus negros pendones el sol enlutar.
Compañía de Jesús corre a la lid, a la lid. 
Del infierno la gente no apague su ardor que ilumina la frente de Ignacio el valor.
Ya voces escúchanse de tropas bélicas y el santo ejército sin tregua bátase y alce sus lábaros en la batalla campal.
Fiel presagio del lauro bélico y de la paz, del lauro y de la paz.



viernes, 17 de julio de 2015

ORACIONES PARA LA SAGRADA COMUNIÓN: AMOROSAS JACULATORIAS

    ¡Oh amor mío y dulce Jesús Sacramentado, arda mi corazón en vivos deseos de recibirte!
    ¡Oh amado Jesús de mi alma, dame un hambre y sed insaciable de unirme contigo con amor entrañable!
    ¡Oh dulce amor mío y vida única de mi vida, quién tuviera mil corazones para amarte como mereces!
    ¡Oh divino amante y blanco de mis amores!, ¿cómo no se derrite todo mi corazón en las llamas de tu ardentísima caridad?
    ¡Oh hermosura de la gloria, quién me diera que al menos te amara como te aman los Serafines y Querubines de tu corte celestial!
    ¡Oh perla divina y riquísima joya de mi pecho, quién tuviera el sagrado amor de tu purísima Madre para recibirte en mi alma!
    ¡Oh imán de los corazones, atrae el mío y haz que nunca jamás pueda ya separarse de Ti!
    ¡Ven, dulce esposo de mi alma, ven a consolarme y santificarme con tu adorable presencia!
    ¡Ven, Padre y Criador mío, ven a restaurar en mí la obra de tu mano omnipotente!
    ¡Ven, Redentor mío amorosísimo, ven a lavar mi alma con tu sangre preciosa y a adornarla con la hermosura de tu gracia!
    ¡Ven, Rey de los cielos, ven a darme en este divino Misterio la mejor prenda de tu eterna gloria!
    ¡Ven, Jesús dulcísimo y hermosísimo, ven a dar la paz a mi alma y a decirme que me amas a pesar de haberte ofendido tanto!
    ¡Ven, Jesús bellísimo y amabilísimo, que por Ti suspira mi corazón y solo en Ti halla su felicidad y su gloria!
    ¡Ven, alegría del Paraíso, y regala mi alma con tus celestiales deleites, para que me causen hastío todos los gustos de la tierra!
    ¡Tú eres el pan de los ángeles: confórtame para que pueda triunfar de todos mis enemigos!
    ¡Tú eres la luz y el Verbo divino del Padre, disipa con tu presencia todas las tinieblas de mi espíritu!
    ¡Tú eres el camino, la Verdad y la vida, ven y dame la mano para que jamás me aparte de Ti!
    ¡Ven, Jesús amable, Dios eterno, Dios inmenso, Dios omnipotente, Dios infinito, hecho hermano mío, sacrificado por mi amor y sacramentado para abrazarme!
    ¡Ven, Jesús divino, lumbre de mis ojos, hechizo de mi vida, único querido y dueño de mi alma, mi esperanza, mi corona y mi gloria!
    ¡Como la tierra árida y seca desea el rocío del cielo, así mi alma suspira por Ti!
    ¡Como el ciervo sediento desea las fuentes de las aguas, así mi alma tiene sed de Ti!
    ¡Como en el postrer instante de mi vida desearé la ererna bienaventuranza, así deseo ahora recibirte y hospedarte en mi corazón!
    
    Cuando el sacerdote abre el Sagrario se dirá el "Confiteor Deo" o "Yo pecador".   

LatínEspañol
Confiteor Deo omnipotenti,
beatae Mariae semper Virgini,
beato Michaeli Archangelo,
beato Ioanni Baptistae,
sanctis apostolis Petro et Paulo,
ómnibus Sanctis, et vobis, fratres;
quia peccavi nimis cogitatione, verbo et opere;
mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa.
Ideo precor beatam Mariam semper Virginem,
beatum Michaelem Archangelum,
beatum Ioannem Baptistam,
sanctos apostolos Petrum et Paulum,
omnes Sanctos, et vos, fratres,
orare pro me ad Dominum, Deum nostrum. Amen.
Yo, pecador me confieso a Dios todopoderoso,
a la bienaventurada siempre Virgen María,
al bienaventurado san Miguel Arcángel,
al bienaventurado san Juan Bautista,
a los santos Apóstoles Pedro y Pablo,
a todos los santos, y a vosotros, hermanos,
que pequé gravemente de pensamiento, palabra y obra;
por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa.
Por eso, ruego a Santa María siempre Virgen,
al bienaventurado san Miguel Arcángel,
al bienaventurado san Juan Bautista,
a los santos Apóstoles Pedro y Pablo,
a todos los santos, y a vosotros, hermanos,
que roguéis por mí a Dios nuestro Señor. Amén.
    
   
    Cuando se vuelve con la sagrada Forma en la mano diciendo: "Este es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo...", se dirá:

    Te adoro sagrada Hostia, pan vivo y alimento de los Ángeles, te adoro Salvador mío y en Ti creo, en Ti espero y a Ti te amo.
    Señor, yo no soy digno de que entres en mi pobre morada, pero basta que digas una palabra y mi alma quedará sana y salva.

miércoles, 15 de julio de 2015

ORACIONES PARA LA SAGRADA COMUNIÓN: AFECTOS PARA ANTES DE COMULGAR

    AFECTOS DE GRATITUD. Gracias y alabanzas te doy, Salvador y Señor mío, por todos los beneficios que has querido hacer a esta tan vil y miserable criatura. Sobre todo te las doy porque tienes por bien convidarme a tu sagrada Mesa y hacerme participante de Ti mismo y de los inestimables tesoros y méritos de tu sacratísima Pasión. ¡Oh Dios mío y Salvador mío! ¿Con qué te pagaré yo esta nueva misericordia?
    AFECTOS DE HUMILDAD. ¿Quién eres Tú, Señor mío, y quién soy yo, para que me atreva a llegar a Ti? ¿Qué cosa soy yo para que pueda recibir en mí a Dios, mi Hacedor? ¿Qué es de sí el hombre sino un vaso de corrupción, heredero del infierno, obrador de pecados, menospreciador de Dios, y una criatura inhábil para todo lo bueno y poderosa para todo lo malo? ¿Pues cómo una tan vil criatura osará llegar a un Dios de tan gran Majestad? Las estrellas no están limpias delante de tu acatamiento, las columnas del cielo tiemblan delante de Ti, los más altos Serafines encogen sus alas y se tienen por unos viles gusanillos en tu presencia, ¿pues cómo osará recibirte dentro de sí una tan vil y baja criatura? El Santo Bautista, santificado en las entrañas de su madre, no osa tocar tu cabeza, ni se halla digno de desatar la correa de tu calzado; el Príncipe de los Apóstoles da voces y dice: "Apártate, Señor, que soy hombre pecador". ¿Y osaré yo llegarme a Ti, yo, que tantas veces te he ofendido?
     AFECTOS DE ESPERANZA. Conozco, Señor, mi indignidad, y conozco tu gran misericordia. Esta es la que me da atrevimiento para llegarme a Ti, tal cual estoy: porque mientras más indigno fuere yo, más glorificado quedarás Tú en no desechar ni tener asco de tan sucia criatura. No desechas, Señor, a los pecadores, antes los llamas y los traes a Ti. Tú eres el que dijiste: "Venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os aliviaré". Tú dijiste: "No tienen los sanos necesidad de médico, sino los enfermos; y no vine a buscar a los justos, sino a los pecadores". Pues yo, movido por tan piadoso llamamiento, vengo a Ti, con los resabios de mis pasadas culpas, para que me los quites, y trabajado con mis propias miserias y tentaciones, para que me des refrigerio. Vengo como enfermo al médico para que me sanes; y como pecador al Justo, fuente de justicia, para que me santifiques.
     AFECTOS DE PETICIÓN. Mas, ¿quién será digno de tales mercedes? ¿Quién será digno de tales misterios? Solo, Señor, tu misericordia nos hace dignos de tanto bien: y pues sin esta, nadie puede ser digno, ella sea, Dios mío, la que me favorezca, la que me haga participante de este misterio, y agradecido a este tan gran beneficio. Supla, pues, mis defectos tu gracia, perdone mis pecados tu misericordia, disponga mi alma tu espíritu, enriquezcan mi pobreza tus merecimientos, y lave más y más todas las manchas de mi vida tu sangre preciosa: para que así pueda dignamente recibir este venerable Sacramento.
     ¡Oh buen Jesús! Por aquel inestimable amor y caridad, que te hizo encarnar y morir por mí, humildemente te suplico me quieras limpiar de todos mis pecados, adornar con todas las virtudes y merecimientos y darme gracia para que reciba este Sacramento con aquella humildad y reverencia, con aquel temor y temblor, con aquel dolor y arrepentimiento de mis pecados, con aquel propósito de apartarme de ellos, y con aquel amor y caridad que conviene para tan alto misterio, y con el que se acercaban a él los santos que más te agradaron. 
     A ti, Reina de todos, invoco para recibir dignamente a tu mismo Hijo.
     Dame también, Señor, tal pureza de intención que reciba yo este misterio para gloria de tu Santo Nombre, para remedio de todas mis flaquezas y necesidades, para defenderme del enemigo con estas armas y para sustentarme en la vida espiritual con este manjar. Te ofrezco este Sacramento de amor por la salud de todos los fieles, así vivos como difuntos, para que todos sean ayudados con la virtud inestimable de este divino Sacramento, que por la salud de todos fue instituido. Amén. 

ORACIÓN AL CORAZÓN AGONIZANTE DE JESÚS, POR LAS MUCHÍSIMAS PERSONAS QUE AGONIZAN Y MUEREN CADA DÍA

     ¡Oh misericordiosísimo Jesús, abrasado en ardiente amor de las almas!, te suplico por las agonías de tu sacratísimo Corazón y por los dolores de tu inmaculada Madre que laves con tu sangre a todos los pecadores de la tierra que están ahora en la agonía y tienen que morir hoy. Amén.
     Corazón agonizante de Jesús, ten misericordia de los moribundos.

lunes, 6 de julio de 2015

CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA

La coronilla de la Divina Misericordia es rezada, usando un Rosario común, de cinco decenas. La coronilla de la Divina Misericordia es precedida por dos oraciones de apertura, del diario de Santa Faustina y seguida por una oración final.

Cruz: haga la Señal de la Cruz
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

En la cuenta grande: Inicio (2 opcional Oraciones)
Expiraste Jesús, pero la fuente de la vida brotó para las almas y un océano de misericordia se abrió para el mundo entero. Oh Fuente de Vida, Misericordia Divina inagotable, envuelve a todo el mundo y vacíate sobre nosotros.
Oh Sangre y Agua que brotaron del Corazón de Jesús como una fuente de Misericordia para nosotros, Jesús en ti confío.

1. Cuenta pequeña: Padre Nuestro 
Padre Nuestro que estás en el Cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu Voluntad en la Tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén. 

2. Cuenta pequeña: Ave María
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

3. Cuenta pequeña: Credo
Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra y en Jesucristo, su único Hijo, Señor Nuestro, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María la Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilatos, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos y resucitó al tercer día, subió a los cielos, donde está sentado a la derecha del Padre y desde ahí vendrá con Gloria a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y en la vida eterna. Amén

En las cinco cuentas grandes de cada decena: 
Padre Eterno, te ofrezco el cuerpo, sangre, alma y divinidad de tu Amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, para el perdón de nuestros pecados y los del mundo entero.

En las 10 cuentas pequeñas de cada decena: 
Por su dolorosa pasión, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero.

Terminar con Santo Dios (Repetir 3 veces)
(Donde normalmente rezamos el “Gloria al Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo…”)
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero.

Oración final (opcional)
Eterno Dios, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, Míranos compasivamente y aumenta tu misericordia en nosotros. Que en los momentos difíciles, no nos desesperemos, ni nos desalentemos, pero con gran confianza, nos sometamos a tu Santa Voluntad, que es el amor y la misericordia en sí misma. Amén.








HIMNO A LA VIRGEN DEL QUINCHE, PATRONA DE ECUADOR

Virgen bendecida del cielo,
Madre de amor y bondad,
Dios puso en ti la semilla,
oh Madre, Madre del Salvador.

Quiero ser alma pura y sencilla
como tú, y enséñame a amar.
Pues Dios siempre está con nosotros,
oh Madre, Madre del Salvador.

Hoy te canto a ti, oh Virgen María,
consuelo de este pecador;
hoy te canto a ti con toda mi alma,
con fe y con gran devoción.

Ruega por nosotros, por todos tus hijos;
ruega por la paz y el amor de este mundo.
Te canto, oh Virgen del Quinche,
ruega por nuestro Ecuador.



viernes, 3 de julio de 2015

HIMNO A LA VIRGEN DE COPACABANA (BOLIVIA)

De muy lejos vengo a verte
a pedirte protección,
Virgen de Copacabana,
Patrona de mi nación.

Escucha todos mis ruegos
y dame tu perdón,
Virgencita milagrosa,
Patrona de mi nación.

Y si lejos de ti
yo me encuentro otra vez,
no dejes que yo me muera
sin volverte a ver.

A tus plantas yo me rindo
con toda devoción,
Virgen de Copacabana,
Patrona de mi nación.

Te entrego toda mi alma,
te entrego mi corazón,
Virgencita milagrosa,
Patrona de mi nación.

Y si lejos de ti
yo me encuentro otra vez,
no dejes que yo me muera
sin volverte a ver.

    

jueves, 2 de julio de 2015

HIMNO A LA VIRGEN DE URKUPIÑA (BOLIVIA)

Virgen de Urkupiña,
recibe mi ofrenda,
es la voz del alma
que llora y canta.

Rayo de esperanza,
venga a nos tu lumbre,
signo de bonanza
de paz y de amor.

Cómo no mirarte,
cómo no implorarte,
sabiendo Maria
que eres mi Madre.

Somos peregrinos
de lejanas tierras,
llegamos cargados
de hondas penas.

Reina de los valles,
deliquio de añores,
venga a nos tu reino
de plácida paz.

Antes de dejarte
queremos decirte:
vive con nosotros
por siempre jamás.

Bendícenos, Madre,
oye nuestros loores,
báñanos de gracia
en vida y muerte.


 

viernes, 26 de junio de 2015

ORACIÓN POR LA MAÑANA

                                                                                     AL DESPERTARSE

     Dios mío, abre mis ojos para admirar tus maravillas, y mi boca para cantar tus alabanzas. ¡Oh, Dios de mi corazón! Yo me levanto con alegría para servirte. Yo te adoro, principio de mi ser y de mi vida. Yo te ofrezco todos los momentos del día que voy a empezar.      ¡Oh, qué feliz soy en vivir este día para hacer penitencia! Yo lo empiezo con el deseo de ir a la bienaventurada eternidad. Divino Jesús, sé mi guía; Ángel de mi Guarda, vela sobre mí. ¡Oh, alma mía, corazón. espíritu y pensamiento: ven y adoremos a este gran Dios a quien todas las criaturas rinden homenaje!
     Sea hecha, alabada y eternamente ensalzada la muy justa y muy amable voluntad de Dios en todas las cosas.
     Bendita sea la santa e Inmaculada Concepción de la bienaventurada Virgen María.
     Ruega por nosotros, oh dichoso José.
     A fin de que seamos dignos de las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
     Ven, Espíritu creador, a visitar los corazones de tus fieles y a encender en ellos el fuego de tu divino amor. 

                                                                  ACTO DE ADORACIÓN

     Dios mío, que estás aquí presente, yo, postrado humildemente delante de Tu divina Majestad, te adoro como a mi soberano Señor, mi Creador, mi primer principio y mi último fin.

                                                        ACTO DE AGRADECIMIENTO

     Te doy gracias, Dios mío, por todos los beneficios que he recibido de tu liberal bondad, porque me has dado un alma capaz de conocerte, porque me has rescatado con la sangre preciosa de Jesucristo, porque me has mantenido y conservado desde que estoy en el mundo. 

                                                               ACTO DE CONTRICIÓN

     ¡Oh, Dios mío!, yo me arrepiento de todo corazón de los pecados que he cometido contra Tu divina Majestad; los aborrezco todos porque eres infinitamente bueno y el pecado te desagrada; te pido humildemente perdón, y propongo no ofenderte más, mediante tu divina gracia, y satisfacer a tu justicia.

                                                                                ACTO DE FE

     Creo en Ti, oh Dios mío: creo firmemente todas las verdades que tu Iglesia nos enseña, porque Tú eres, Señor, quien nos las has revelado.

                                                                     ACTO DE ESPERANZA

     Dios mío, yo espero en Ti, y de vuestra bondad, los medios para alcanzar la vida eterna, porque Tú eres quien nos la ha prometido, y porque eres infinitamente bueno y poderoso.

                                                                       ACTO DE CARIDAD

     Dios mío, yo te amo de todo corazón, porque eres infinitamente bueno y digno de ser amado, y también a mi prójimo por tu amor.

                                                                ACTO DE OFRECIMIENTO

     Recibe, Señor, la ofrenda que te hago de mí mismo, de mis pensamientos, mis palabras, mis acciones y todo lo que yo pueda sufrir; deseo obrar y padecer para gloria tuya, porque te amo más que a todo cuanto hay en el mundo y deseo vivir solamente para Ti.

                                                                   ACTO DE PETICIÓN

     Te pido, oh Dios mío, me concedas la gracia de servirte fielmente y de evitar el pecado, no solamente hoy, sino todo el tiempo de mi vida. Defiéndeme de los enemigos de mi alma, bendice todas mis acciones por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, los de la Santísima Virgen María, del Ángel de mi Guarda, de mis bienaventurados Patronos y de todos los Santos.

Padrenuestro, Avemaría y Credo

                                          ORACIÓN AL ÁNGEL DE LA GUARDA

     Oh, santo Ángel de mi Guarda: continúa conmigo tus caritativos cuidados, inspírame la voluntad de Dios en todas las acciones de este día y guíame por el camino del Cielo. Amén.

                                          ORACIÓN AL SANTO DE SU NOMBRE

     Gran Santo cuyo nombre tengo la dicha de llevar: protégeme y pide a Dios por mí, a fin de que yo pueda servirle como Tú en la tierra, y glorificarle en tu compañía eternamente en el Cielo. Amén. 

     

jueves, 25 de junio de 2015

HIMNO Y POLCA A LA VIRGEN DE LOS MILAGROS DE CAACUPÉ, PATRONA DE PARAGUAY

Himno a la Virgen


Es tu pueblo, Virgen Pura,
y te da su amor y fe;
dale tú paz y ventura
en tu edén de Caacupé. 
Todo el pueblo paraguayo
que juró su libertad
a la luz del sol de mayo
hoy aclaman su beldad. 
Virgen pura tan querida,
bella flor de Caacupé,
danos fuerza, danos vida,
más virtudes y más fe. 
   


Virgencita de Caacupé (Polca)

Letra y Música: Federico Riera


Ya la caravana de los promeseros
asciende la loma de Caacupé.
Campanas de bronce, tocando oraciones,
llaman a los fieles
con un canto dulce para el “ñembo’e”
Virgencita santa, recuerdo que un dia
con salmo en los labios hasta ti llegué.
Y allí de rodillas,  en tu santuario,
con fervor creyente
como un peregrino yo también oré.
Oh, Virgencita de los milagros,
tú que eres buena
oye mis ruegos: vengo a pedirte que tus perdones lleguen a mí.
Caudal de hechizos y de ternuras
hay en tus ojos, que son azules
como ese cielo que cubre el suelo donde nací.
Un dia quisieron llevarte muy lejos,
pero en un milagro dijiste “tove”.
Desde entonces ciego, creyente y sincero
tu pueblito humilde, Virgencita santa,
se postró a tus pies.

Como en un misterio de leyenda sacra
de un tiempo lejano que no ha de volver,
evoco tu imagen, que es la de mi raza
de estirpe serrana, Virgencita india de Caacupé.
Oh, Virgencita de los milagros
tú que eres buena
oye mis ruegos: vengo a pedirte que tus perdones lleguen a mí.
Caudal de hechizos y de ternuras
hay en tus ojos, que son azules
como ese cielo que cubre el suelo donde nací.

miércoles, 24 de junio de 2015

HIMNO AL DIVINO SALVADOR DEL MUNDO (Patrono de la República de El Salvador)

¡Bendito seas, Salvador Divino!
Los hijos de tu pueblo, como hermanos,
a tus plantas divinas nos postramos,
adorando tu excelsa majestad.

La tierra que regaste con tu sangre,
himnos de amor te canta agradecida;
eres Camino, Luz, eterna Vida,
eres Rey de los siglos inmortal.


Lleno está de tu gloria el universo,
la falange de Apóstoles, hermosa
rodea tu rostro; y la pasión gloriosa
resuena en un cántico eternal.

Allí el insigne coro de los profetas,
y el purpurado ejército luciente
de mártires, con gozo indeficiente
tu Nombre nunca cesan de alabar.

La Iglesia Santa por el orbe entero
pregona tu poder y tu grandeza:
que eres el Dios de espléndida belleza,
que eres el Dios de amor y de bondad.

Eres Señor de todo lo creado,
El Monarca Supremo de la gloria.
De Ti espera la Iglesia la victoria,
sobre el mundo falaz de Lucifer.

Piedad, Señor, piedad para tus hijos,
con tu sangre preciosa redimidos.
Y en la mansión do están tus elegidos
te pedimos nos lleves a gozar.